En mis viajes de barrio siempre descubro gente capaz de enseñarme cosas nuevas y fascinantes al alcance tan solo de las mentes más lúcidas y preparadas. En un autobús, en la terraza de un bar, en el tren o simplemente en una calle abarrotada de gente se oyen muchas cosas. Algunos los llaman retazos de vida, partes de conversaciones que nos dan una visión significativa sobre el mundo de un individuo o grupo de individuos. Experimentos sociológicos para gente observadora y perturbada como yo. Y como decía Homer Simpson: ¡Y yo soy como yo! Recientemente he registrado dos que podría catalogarlas dentro del estereotipo "ciencia de la calle".
Una mañana estaba peleándome con el cajero automático de enfrente de mi casa, cuando un grupo de señoras de avanzada edad formaron un corrillo a mi espalda. En un principio me sentí algo amenazado, pero luego descubrí que estaban debatiendo sobre determinismo genético y ética y presté atención para ver cómo podían ilustrarme. Resulta que discutían acalorada y preocupadamente sobre el declive moral del hijo de la vecina, un delincuente de tres al cuarto víctima de unos padres que tuvieron la mala intención de transmitirle el gen del descarrilamiento social que en la pubertad pervierte a los corazones más puros y llenos de luz. O lo que los griegos llamaban hybris, esa culpa y castigo cargada durante generaciones por los actos no perdonados de un pariente lejano. Este debía ser hijo lejano de Orestes o Edipo.
"Ya lo disen lo' medico'. El hijo no puede tener la culpa de to'. Los gené de loh padres... por eso el niño é así."- dijo la maruja líder, y las demás asintieron ante su sapiencia sobre el Genoma Humano.
Otra añadió, en una aportación más que justificada y reveladora:
"Eso se cura. A ver si se echa una buena novia que lo ponga en cintura."
...
La otra conversación ha tenido lugar esta mañana mientras desayunaba un café con leche y un cruasán de chocolate cerca del trabajo. De nuevo, unas señoras bien informadas me han dado una lección magistral de anatomía humana y dietética. Esta vez, la maruja líder exponía detalladamente la dieta que había seguido para perder peso (una mujer con unas cartucheras de elefante que mordía una sabrosa ensaimada). Según ella, las dietas para perder peso sirven, el problema es que luego también recuperas el peso muy rápidamente porque "las células están hambrientas". Ante lo cual, una de sus amigas ha asentido apesadumbradamente afirmando que ella también pasó por lo mismo. Recientemente, Toriyama, un científico de la universidad de Massachussets ha conseguido fotografiar a la posible culpable:
Fénix indiscreto
Una mañana estaba peleándome con el cajero automático de enfrente de mi casa, cuando un grupo de señoras de avanzada edad formaron un corrillo a mi espalda. En un principio me sentí algo amenazado, pero luego descubrí que estaban debatiendo sobre determinismo genético y ética y presté atención para ver cómo podían ilustrarme. Resulta que discutían acalorada y preocupadamente sobre el declive moral del hijo de la vecina, un delincuente de tres al cuarto víctima de unos padres que tuvieron la mala intención de transmitirle el gen del descarrilamiento social que en la pubertad pervierte a los corazones más puros y llenos de luz. O lo que los griegos llamaban hybris, esa culpa y castigo cargada durante generaciones por los actos no perdonados de un pariente lejano. Este debía ser hijo lejano de Orestes o Edipo.
"Ya lo disen lo' medico'. El hijo no puede tener la culpa de to'. Los gené de loh padres... por eso el niño é así."- dijo la maruja líder, y las demás asintieron ante su sapiencia sobre el Genoma Humano.
Otra añadió, en una aportación más que justificada y reveladora:
"Eso se cura. A ver si se echa una buena novia que lo ponga en cintura."
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La otra conversación ha tenido lugar esta mañana mientras desayunaba un café con leche y un cruasán de chocolate cerca del trabajo. De nuevo, unas señoras bien informadas me han dado una lección magistral de anatomía humana y dietética. Esta vez, la maruja líder exponía detalladamente la dieta que había seguido para perder peso (una mujer con unas cartucheras de elefante que mordía una sabrosa ensaimada). Según ella, las dietas para perder peso sirven, el problema es que luego también recuperas el peso muy rápidamente porque "las células están hambrientas". Ante lo cual, una de sus amigas ha asentido apesadumbradamente afirmando que ella también pasó por lo mismo. Recientemente, Toriyama, un científico de la universidad de Massachussets ha conseguido fotografiar a la posible culpable:
Fénix indiscreto
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