La amistad es nuestra religión; Nadie, nuestro Dios; y la ignorancia, nuestro templo. Bienvenidos.

miércoles, 19 de enero de 2011

El Método de Bono

Sueño. Dormir. Mmm… sueño, de nuevo.
De repente, un ruido monstruoso perturba la acción onírica que tan gustosamente estaba teniendo lugar en mi cabeza.
Es un arreglo electrónico, tan fuera de lugar en el desarrollo del sueño que empieza a eclipsarlo.
La incomodidad va en aumento. De dónde coño sale? Joder, puto ruido.
La serotonina empieza a circular libremente por mi organismo y provoca un despertar angustioso, como la expulsión de las entrañas de una madre.
La sirena que no acertaba a identificar era la alarma del despertador.
Le inflijo un daño físico ligero al aparato con la esperanza de que deje de martillearme el encéfalo, y me dispongo a retomar mis andanzas oníricas.
Nada, la alarma sigue torturando de manera inclemente mi oído exterior, medio y (sobretodo) interno. Puta alarma.
Me incorporo costosamente, tomando conciencia de las babas resecas y legañas de mi cara, dulce despertar, y le doy indefectiblemente al botón de parar la alarma.
Ni por esas, el ruido no cesa. A este paso se acabará despertando hasta Michael Jackson, a lo thriller.
Esta vez le inflijo al despertador un daño físico severo y directo, con la esperanza de tocar un punto vital.
Pero nada, bip-bip-bip-bip-bip-bip-bip-bip-bip-bip-bip!!!!!! La alarma no para.
Siguiente estadio, levantarse de la cama y analizar minuciosamente el despertador del demonio, concentrando el máximo de puntos de energía posibles en mi retina, con la esperanza de descomponerlo, como si pudiera fundir sus engranajes con mi ira.
No hay fallo, le doy a todos los botones que presenta el aparato (incluyendo el de apagado, listos) pero la alarma sigue sonando como viene haciendo media hora atrás.
Calibrando ya la posibilidad de sumergirlo bajo agua o destrozarlo definitivamente contra el canto de la pared, aparece por la puerta un tío repeinado con pinta de marisabiondo que, apoyado en el quicio, se dirige a mi:
-Yo de ti me plantearía una redefinición del problema: seguro que quieres desconectar el despertador? O quieres desconectar la alarma?
Me señaló el móvil, iluminado entre la colcha y las sábanas, que aún gritaba su bip-bip! horrible.
Lo cogí y se lo destrocé en la cabeza al tipo.
Al fin se callaron los dos y pude seguir durmiendo.


El Rapsoda de la ignorancia

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