- Oiga? OIGA?
- Si oigo? Sí, oigo.
- Mire que estoy aquí observando su alacena.
- ¿De dónde llama?
- Pero si ni siquiera me ha preguntado el nombre!
- Pues eso, su nombre y luego de dónde.
- Linterno Foscolo de la Toscana, encantado de hablar con usted de nuevo Camumilla.
- A sí, el italiano, eso fue lo que le serví, no mi nombre. Recuerde que ya le dije que no mirase más mi alacena que me la gasta.
- Ya, ya y entonces me puse a observar su alfombrilla porque de ella no dijo nada. Pero no sabía el plazo.
- No, no, que no la mirase más de por vida. Si usted me entiende...
- A ver, si sus razones tiene por supuesto. Pero ya sabe cómo está la vida y no puede pretender esconder una alacena así.
- De acuerdo, de acuerdo, pero no se lo diga a mi mujer que no soporta estas visitas.
- Claro es que si no habría que tomar medidas.
- Bueno, si se va a poner así... Está bien pero traiga al menos a sus amigas.
- Ellas no tienen nada que ver en esto.
- No creo que sea justo que solo la observe usted vaya. Es un poco egoísta.
- Ya veo por donde va. Vale, pues allí estaré a mediodía, pero esto no quedará así.
- Usted verá, pero la alacena no se puede ver a mediodía.
- Pues me pasaré a la hora del te.
- Yo no tomo te, que ya se sabe lo que pasa luego con la teína.
- No, si yo no voy a tomar te ni pretendo que usted lo haga, solo estoy interesado en la alacena.
-¿Y a qué hora se supone que se toma el te?
- Como si no lo supiera.
- O no, por mis barbas que no lo sé, pero lo averiguaré para entonces.
- Tenga usted unas buenas tardes.
- ¿Y qué día dijo que venía a ver la alacena a la hora del te?
pip-pip-pip...
El Fénix que divaga
Uyuyuy lo que ha cambiado el blog!! "Me gusta, me gusta muicho"!!
ResponderEliminarCPB
Espontáneo y absurdo a partes iguales, pero t aseguro que tiene su qué! ya te digo: sigue escribiendo!
ResponderEliminarJ.Y.