"Lost". Quien no la ha seguido fanáticamente o al menos ha oído hablar de esta serie. En mis últimos dos años he tenido la suerte de conocer a bastante gente, aunque menos de la que me gustaría, y me atrevería a decir que este título simboliza el estado más común del individuo actual y de aquí parte de la grandeza de la serie. Como utilizar el adjetivo "posmoderno" en plan comodín me resulta poco práctico y bastante confuso mejor me dedico a explicar de donde creo que viene y qué significa esta desorientación mental que hace sentir nuestras vidas tan precarias y aparentemente sin sentido.
De entrada podría citar algunos autores que me han influenciado, pero no tengo intención de convertir esto en un trabajo para la universidad sino tan solo una reflexión personal, porque al fin y al cabo las únicas respuestas que sirven son las que uno se busca para sí mismo. Sin exceptuarme he encontrado muchos casos de personas que se han sentido padeciendo los mismos síntomas por circunstancias y casos concretos distintos aunque parecidos. Por un lado, y uno de los más primarios, es la desconfianza en sí mismos hasta el punto de creer que uno posee en su interior un alien, un intruso maligno y extraño que en ciertos momentos le posee y le hace hacer o dejar de hacer cosas. También destacaría la pérdida del hogar, de la sensación de tener un lugar en el que refugiarse y sentirse a salvo, cómodo y poder descansar hasta el punto de sentir hostil todo aquello cuanto te rodea, ajeno a ti, que no te comprende y de lo que te sientes lejano. Cuando ambos estados se juntan se produce la desubicación y desorientación del inviduo que desintegrado se imagina suspendido en un pesar oceánico donde nada hay para aferrarse. El tiempo se ralentiza pasando los segundos y los minutos en un delirio agónico en el que uno no puede más que sentirse impotente, aplastado por sí mismo, por la terrorífica necesidad de ser algo que no se es, de tener algo que no se tiene, incapacitado por deseos que lo superan y anulan. La respuesta emocional más común es la de escaparse lejos de un contexto que se siente agotado, sin posibilidades, profundamente opresor y falso y que el mismo individuo limita, niega y rechaza. Transforma el desafío de vivir en amenaza, el obstáculo en monstruo invencible ante su falta de recursos (personas, palabras, imágenes, juegos, cosas...) que a priori considera frágiles y hasta inútiles. Y finalmente, acomodado en su debilidad y al mismo tiempo inseguro de ella, se maldice a sí mismo por ella y de su impotencia por no poder hacer del mundo lo que quiere que sea para sí mismo. Negándose su propia fantasía, matando sus sueños, llama realidad al miedo, transformándolo en su imaginación en un coloso indestructible que lo arrolla de forma cruel sin capacidad de responderle.
¿Dónde entonces se encuentra uno? Primero miras a tu alrededor y buscas a aquellas personas que siempre han estado ahí durante años, que no se han ido, te buscan y se preocupan, y con las que más a menudo puedes contar, sino siempre. Donde puedes pisar fuerte sin temor a romper el suelo o resbalarte. Separa antes de nada quienes están dentro y quienes están fuera de tu círculo de confianza y trazar esa frontera te fortalecerá. Creas así un campo, tú campo de juego, desde el que cosechas, te alimentas, traes tesoros de tus viajes y creces. Desde allí comienzas la reconquista y llamas a eso tu hogar. Ese es tu principal bastión que te dará seguridad, donde podrás volver siempre a recuperarte de tus batallas y reequiparte para seguir peleando. Sales de expedición hacia la realidad, ese compuesto de fantasías en choque que constituyen los otros (diferentes, extraños, desconocidos) y en el que tu debes participar activamente con tu propia fantasía (tus convicciones, tus gustos, manías y creencias). Y teniendo siempre un lugar al que regresar llamas a la expedición aventura, transformando el peligro y el miedo a lo desconocido en un reto que deriva en una negociación incensante, con sus tensiones, pactos y rupturas con el medio que te rodea. Y es en ese no dudar donde tu fantasía se va reafirmando, creciendo y evolucionando como un quitanieves que te abre camino y genera su propio microcosmos y cobra una identidad y un nombre propios donde, sin quererlo ni beberlo, te aparecerán detractores y aliados. Y los que intentarán detenerte sencillamente debes dejarlos pasar resbalando por ti, en una cortés evasión que linda entre un arte marcial y un paso de baile.
El viaje lo realizas en cualquier parte: viendo una película, una serie de dibujos, escuchando una canción de un grupo desconocido, contemplando el quehacer de un insecto, hablando con una desconocida, con un vecino, un amigo de toda la vida, releyendo un viejo libro, comiéndote un yogur de nuevo sabor, escuchando conversaciones ajenas, visitar el pueblo de al lado al que nunca has ido, etc, etc, etc. El sentido lo encuentras en cualquier parte si lo quieres buscar, allí donde existe lo incógnito, el misterio lo sublima. Con tu interés y entusiasmo animas lo que a otros resulta insípido y aburrido. En ti reside la decisión de quitar el velo de lo superficial, de la apariencia que todo lo masifica, y eliminar lo banal y tedioso de lo conocido para descubrir que aquello que parece familiar familiar y cercano tiene más caras, y lo que parece peligroso y amenazante es en realidad un fantástico misterio por resolver.
Y nada más que añadir.
Fénix recordándose desnudo
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