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miércoles, 24 de noviembre de 2010

Wassalon y "los niños perdidos"


Wassalon, Clara-Tanit Arqué. Astiberri Ediciones, 2007.

Wassalon es la obra por excelencia de Clara-Tanit Arqué (Girona, 1981) con la que le concedieron un accésit de cómic en el Certamen Injuve celebrado en 2007.

Wassalon (Wass a partir de ahora) es una lavadora que decide rebelarse contra su propia funcionalidad. El cómic parte del primer episodio titulado “Soy una persona” y en el que conocemos el deseo primo de la protagonista de dejar de ser una lavadora y por otro lado es donde la autora nos presenta a un personaje que quiere asemejarse en trato y favor a una persona considerada ente poseedor de derechos fundamentales como el respeto, la dignidad, el honor, etc. Es toda una revelación humana de cómo romper los grilletes de una sociedad en cadena que argolla sus propios eslabones en pos de su existencia. A pesar de que, con esa deseada libertad, se pierda toda identidad. Le sigue el resto de capítulos que conforman este álbum y por los que vamos descubriendo la vida privada de Wass.



Wassalon es un cómic hecho por una mujer y, eso, se nota. Cualquier cosa que Wass haga o diga, contiene todo un conjunto de elementos típicamente femeninos, así como el exponer cómo ve y se relaciona con el mundo y con los hombres. Además, Wass tiene una doble personalidad que se mezcla: por un lado es una jodida ramera intransigente con el mundo y consigo misma y, por otro, es alguien muy maleable, fácil de engañar y convencer, inocente y poco astuto.

Al acabar de leer el cómic lo único que sentí fue ansiedad. Aunque su estilo sea grácil, sugerente y minimalista con detalles precisos, los diálogos y dibujos están tan sobrecargados de subconsciente que llega a ser apabullante. Es como meterse dentro de la mente de alguien y ser taladrado, sin descanso, por el continuo interminable de pensamientos y reflexiones. Toda una proeza por parte de la autora y por la que muchos dibujantes e ilustradores pagarían por conseguir.

Todo el cómic está cargado de una atmósfera que sigue el patrón: amor-desamor-amor, subidas y bajadas como la vida misma. Y es eso, precisamente, lo que no deja descansar al lector: que en un cómic de unas 45 páginas (de 19x21), tanto las intervenciones de los protagonistas (a menudo ausentes como en el capítulo “La capsa de tornar coses”) como el dibujo en sí sean de una intensa dosis de realidad gris, depresiva e insuficiente, y buen portavoz del aurea mediocritas.

Un cómic donde se refleja a la perfección la vida de muchos jóvenes de hoy día que han perdido la brújula del mundo –o bien nunca la han poseído-; que viven como niños en un ambiente y en un cuerpo de adultos; cuyo hogar es frío y desangelado; que la única familia que encuentran –si es que la encuentran- está compuesta por otros niños como ellos. Juegos de cama, borracheras y tardes sin horarios. El orden del desorden. Un grupo generacional que viste el futuro de hule gris: vida en la calle y casa como pensión sin control de acceso. El todo vale. Tan típicamente postmoderno que he llegado a dudar de si tengo 22 años o 65.

Es, desde el punto de vista psicológico y social, interesante cómo ha acabado estructurándose el pensamiento de Wass, la cual es referente de toda una generación de niños perdidos sobre cómo reaccionarán éstos ante determinados estímulos; en qué contextos se encuentran desprotegidos; y con qué cosas hallan un sentido metafísico donde no lo hay, hecho al que recurren para sentirse plenos en un mundo repleto de espejos que reflejan imágenes grotescamente deformadas. Ése es el refugio de los jóvenes Wass.



El ser Barcelona la ciudad escogida donde transcurra la acción dice mucho de cómo será la personalidad de Wass: tardes y noches de pakibirreo en Plaça Virreina, confesándose ante recién conocidos, fiándose de la sonrisa postiza o confiando su integridad a amistades tan inestables como la hojarasca de otoño. Por no nombrar esa maldita y recién costumbre de ver la vida con un desdén típicamente grunge y sofista: “nada tiene sentido hasta que me digan que sí que tiene”.

Wass en Wassalon es la “personificación” (o lavadorización) de esa idea de joven que engloba al que estudia una carrera, módulo, trabaja o cobra el paro y que se define por su sentido de sobreprotección dentro del grupo homogéneo, viendo con malos ojos al diferente, al que rompe esa falsa armonía de todo a cien. Es ese joven que se considera demasiado mayor para los juguetes pero aún joven para andarse con letras hipotecarias. Un perdido que tiene algún modelo casi borroso de lo que significa “ser adulto” y que detesta lo infantil e incorrupto. Todo, absolutamente todo, está catalogado en o bien tener un mensaje capital, o bien por carecer de total importancia.

Recomiendo su lectura, pues aunque Wassalon haya sido el trampolín que he usado para destripar a una generación de jóvenes y sus costumbres, no deja de ser un cómic muy humano protagonizado por una entrañable lavadora que sólo busca su sitio en el mundo. Resaltando que el estilo empleado roza la genialidad por el mundo interior que la autora ha reflejado en creaciones como "patoconejo" o "half monster-half strawberry". Sobresaliente la didáctica explicación y magnífica ilustración del apareamiento de la babosa y el acertado uso del castellano, catalán e inglés en todo el cómic de forma natural, sin olvidar esa encantadora mirada atenta y llena de dulzura de la misma Wass.



MatadePare Radio

1 comentario:

  1. parece interesante el cómic. Se puede hacer mucha crítica tb desde este género a pesar de la mala fama. Y el comentario sobre los niños perdidos como una generación, bastante ochentera, es bastante bueno.

    Las notas a pie de página yo las quitaría. En la primera hablas de alguien concreto, sobre todo por lo de capricornio desencantado, no de una generación. Aunque haya parecidos.
    La segunda no aclara absolutamente nada... pero estos apuntes absurdos tuyos siempre me hacen reír mucho.

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