Hoy he oído a alguien en el bar decir (lo cual en parte me ha llevado a esta reflexión):
"Siempre buscas las cosas buenas de la gente. Si eres demasiado bueno te la darán por delante, por detrás y por en medio."
El dolor destroza el mundo, hace a las personas egoístas, desconfiadas, reticentes a querer a otras personas. Y nos lleva al odio y a culpabilizar a otros, a responsabilizar a otros del dolor que sentimos para decirnos que nosotros hicimos todo lo que pudimos y más pero los demás no lo hicieron porque fueron egoístas y eso nos hace ser egoístas también a nosotros, porque nos decimos que es la única forma de sobrevivir y conseguir ser felices. Y es un ciclo destructivo, una espiral que ahonda más y más en la desconfianza cuanto más dolor se siente. Y ya nadie se cree a nadie y odiamos las palabras, que no significan nada, pero tienen mucho poder cuanta más autoridad le damos a la persona que las pronuncia... y uno actúa en vez de hablar para que le crean, pero ni los actos tampoco se creen al final cuando el daño es demasiado grande.
Todos sufrimos, pero intentar entender el sufrimiento del otro supone un sacrificio que cada vez menos personas están dispuestas a llevar a cabo. Así que tendemos a eliminar aquello que nos daña, a borrarlo de nuestras vidas, a olvidarlo o destruirlo mediante más palabras crueles, venganzas y mezquindad que se liberan ante dolores largamente reprimidos, heridas antiguas mal curadas, llantos silenciosos en soledad que nadie consuela y ennegrecen nuestra alma... Y el bien y el mal se difuminan y se convierten en un gris indefinible que nadie se esfuerza por comprender demasiado. Y la sensación de incomprensión, real o imaginada, crea monstruos crueles, locos e hijos de puta. Y cuando el dolor que sufres no parece suficiente castigo otros sacuden aun más tu conciencia poniendo el dedo en la llaga o privándote de tus libertades. Y queremos ser queridos y comprendidos, pero nunca es del todo suficiente, porque el lenguaje nunca es suficiente para expresar nuestras sensaciones, sobre todo las más entusiastas y las más lacerantes.
¿Quien se pone en la piel del otro? Esforzarse por comprender al otro es un acto de amor extremadamente costoso, más cuanto más hemos sufrido, y la humildad que requiere puede llevarte a la autodestrucción cuando ves que no te quieren de la misma forma que tu lo haces y cuando te das cuenta que comprender al otro supone una carga sobre tu conciencia, un esfuerzo intelectual y emocional enorme. "Y como nadie lo va a hacer por mi yo tampoco", nos decimos aliviados. ¿Ser bondadoso para qué? Por el placer para uno mismo, sin retribución, eso sería lo ideal.
Nuestra mente simplifica, estereotipa y es injusta para seguir adelante y al final tendemos a distanciarnos de las personas poco a poco, establecer vínculos frágiles que no nos comprometan mucho, para reducir los daños de los impactos. Y ante la falta de compromiso mayor es la desconfianza y aumentan los cuchicheos como puñales invisibles que avanzan hacia tu espalda. Pedir perdón se convierte en un insulto porque no eres creído y te das cuenta demasiado tarde. Y nadie te recuerda por cuando comprendiste tú a pesar del daño que te hacían y todas tus bienintencionadas acciones son sustituidas por esas palabras movidas por el dolor recibido que más dolor provocaron. Y todos acaban saliendo salpicados por el dolor que tan insoportable puede resultar.
Nuestra mente simplifica y es injusta para hacer la realidad más soportable. Y así ya no hay culpa, y el dolor se convierte en rabia porque todos sabemos que "no merecemos sufrir y sí merecemos ser queridos". Y si no sucede así ha de haber culpables, y no siempre los hay, o pensamos que el mundo está muy mal y nos excluimos de él en esta reflexión, pero nuestra mente busca a los culpables y les pone cara y los persigue para cazarlos y liberar su angustia en forma de bala.
Y ves como dos buenas personas se destruyen porque no se han sabido entender y comprender hablando el mismo idioma, y se han querido de formas diferentes y se han hecho mucho daño sin desearlo realmente y las heridas producidas pueden ser demasiado graves para que el tiempo pueda llegar a curarlas del todo. Ésta es la tragedia del lenguaje, una tragedia humana.
¿Y ante todo esto que se puede hacer al fin cuando el perdón ya no sirve?
Apechugar, dicen, y silencio, silencio, silencio dejando que pasen los meses.
Ser en proyecto
Se me olvidó comentar, coño!
ResponderEliminarEl dia que lo leí me conmocionó y me dio mucho a pensar, y sigo insistiendo: te invito a clase de psico social para que lo leas.
Someone
gracias por comentar amigo, si quieres puedes utilizar mis reflexiones o comentarlar en clase. A mi me haría ilusión. Di que las sacaste de algun libro o por internet. Me gustaría saber qué piensan otras personas. En fin, como quieras.
ResponderEliminarDesde luego una reflexión profunda y muy cercana para mi... Apuesto que es más que cierta cada letra de esta entrada... pero también sé que hay gente bondadosa, y personas que realmente quieren comprender a los demas...
ResponderEliminarme ha encantado