Monstruo (según la RAE):
1. m. Producción contra el orden regular de la naturaleza.
2. m. Ser fantástico que causa espanto.
3. m. Cosa excesivamente grande o extraordinaria en cualquier línea.
4. m. Persona o cosa muy fea.
5. m. Persona muy cruel y perversa.
6. m. coloq. Persona de extraordinarias cualidades para desempeñar una actividad determinada.
Pongo de relieve estos significados para que se vea el contraste entre unos y otros y nos demos cuenta de lo que tienen en común.
Yo pondría especial atención en la noción de extraordinario o fuera de lo común que tiene el monstruo, pues es un concepto que aunque positivo carece de dimensión moral por si solo. Los adjetivos son feo, cruel, perverso y extraordinario. ¿Sabíais que perverso además de sumamente malo significa también "que altera las costumbres o el orden y estado habitual de las cosas"? Bien, ahora unámoslo todo y pensemos. El mal se asocia con la violencia pero también con la subversión, revelación y destrucción, ambos son también significados del apocalipsis. Dolor, daño, cambio, novedad... un monstruo también puede ser un profeta o un mártir.
La violencia y la agresividad no se pueden ni se deben eliminar del ser humano, pues tienen una función catárquica, individual, y renovadora social, colectiva, imprescindible. El violento impone su voluntad, se reafirma, se rebela y se realiza en su necesidad de ser y así sanea su mente, libera su angustia. ¿Es un ciclo sin fin que se retroalimenta? Es, sencillamente, pero que se deba aceptar como necesaria no implica que se deba liberar sin ningún tipo de control. La violencia debería educarse para saberla utilizar como una herramienta, no censurarla por completo. Un cuchillo puede matar, pero no sirve únicamente para eso aunque todos sepamos que se utiliza con un fin destructivo.
Lo extraordinario es un motor necesario para el desarrollo de ambos y el nacimiento de lo extraordinario requiere de la violencia hacia uno mismo y hacia el exterior como fuerza, voluntad y espíritu transformador. El monstruo transforma su entorno para bien o para mal y es designado como tal para descalificarlo, quitarle su poder subversivo, como al loco o al niño.
No hay cambio sin sufrimiento y no hay sufrimiento sin violencia. ¿La gran pregunta es, hasta qué punto, límite o bajo qué formas se debe aceptar esa violencia? Las únicas formas que yo conozco son el sarcasmo y la ironía, o la broma, las únicas socialmente aceptadas. Así es, hemos convertido el sentido del humor en un escape para nuestro dolor, forma de venganza, crítica feroz para el resguardo de nuestra salud mental.
Ser que habita en los silencios
Jajaja! Bravo! Me gusta esta entrada. Tiene ese espíritu didacta-revelador que tanto me atrae.
ResponderEliminarPero ¡ep! Te han faltado algunos ejemplos. Yo incluiría uno: SONIA.
Bi.
Si, me ha salido mi vocación de profesor, jajaja
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