No puede quejarse, no puede culpar a la otra persona por su sufrimiento libremente escogido y sin embargo el amante celoso, y tarde o temprano será celoso, necesita aliviar el escozor de la llaga, saber que su dolor no es completamente en vano (aunque sea un autoengaño), rellenar su falta de autoestima con la retribución, el reconocimiento, la respuesta que espera de la persona amada. Digo que tarde o temprano será celoso aunque solo sea por una simple cuestión de supervivencia, pues psicológicamente nadie puede soportar por toda su vida el dedicar todo su tiempo y esfuerzos a la felicidad de otra persona que no le corresponde sin creer que no hace algo por sí mismo o caer gravemente enfermo, ni que sea que la recompensa llegue tras la muerte. Tampoco parece creíble defender que un amante es capaz de sostener por toda su vida la conciencia del no existir como individuo, del no-ser sino como siervo absoluto de otro que no se ha situado en su misma posición subordinada, que no le corresponde de igual forma. Es esperable y sobre todo sano que el amante no correspondido reconstruya su identidad y amor propio, aunque lamentablemente a menudo se haga mediante actos egoístas de “rebelión” sobre el amado para vencer la propia sensación de humillación por sentir que uno no merece no ser amado cuando se ha sacrificado tanto, habiendo actuado con tanta nobleza y desprendimiento, regalándose por entero, entregando lo más preciado para uno mismo: el propio ser (cuerpo y alma).
En estos casos, Octavio Paz dice que el amor, a pesar de ser una tragedia, puede resolverse como una amistad, si bien creo necesario tiempo, paciencia, confianza, responsabilidad emocional y sobre todo honestidad. Para ello, el amante debe aceptar y sin sentirse humillado el rechazo y el ser amado ayudar a reconstruir la autoestima del amante sin darle falsas esperanzas, ambos buscando siempre la comprensión y la máxima transparencia. En algunos casos, cuando la sensación de insufribilidad es demasiado grande parece imposible llegar a una amistad y solo se acepta la distancia, al menos temporalmente.
De hecho, las traiciones, los abandonos, los olvidos, los celos, el despecho y los reproches, aunque reprobables, crueles e injustos, suelen ser diferentes respuestas emocionales del amante que necesita protegerse de una sensación de amenaza imaginada que siente insufrible, destructora o incapaz de afrontar. El dolor puede bloquear nuestra capacidad de tomar decisiones frías y llevarnos a actuar de forma demasiado visceral, pues si el amor es ante todo intensidad, la más potente de todas, la privación o negación de ella puede liberar también las peores reacciones humanas al sentir haber perdido un paraíso que en realidad nunca fue garantizado y cuya eternidad no es real, como si nos hubiesen estafado. Y cuando los seres humanos sufrimos mucho necesitamos buscar culpables, a pesar de que pueda no haberlos, como vía de escape psicológica para nuestro dolor, sobre todo cuando consideramos no merecerlo y lo percibimos como un castigo. Muchos, si no acaban atormentando al amado cuando ya no aguantan más culparse a sí mismos por su desacertada elección, huyen, aunque está claro que la casuística es inmensa. En cualquier caso, como decía muy acertadamente Oscar Wilde para bien o para mal “es muy difícil no ser injusto con lo que uno ama”.
La palabra pasión significa sufrimiento y por extensión designa también el sentimiento amoroso. El amor es sufrimiento, padecimiento, porque es carencia y deseo de posesión de aquello que deseamos y no tenemos; a su vez es dicha porque es posesión, aunque instantánea y siempre precaria.
Finalmente, las palabras de Otto Dör-Zegers en su trabajo sobre fenomenología del amor y psicopatología describen perfectamente el estado resultante por el desamor:
La pérdida de la capacidad de encontrarse con el otro en el amor va a significar también que el mundo como tal deje de ser un hogar, una residencia, para transformarlo en una residencia abstracta, en un lugar arrasado (por las voces y los enemigos delirados), donde no hay paredes que protejan, donde lo otro acecha desde todos los rincones, pero sin que el paciente paranoide pueda siquiera saber quién ni por qué lo persigue o le influencia o le habla.
El amante se siente perdido en un espacio inhóspito , pues sus ojos buscan inevitablemente desesperados y terriblemente ansiosos a la persona amada entre la multitud, esperando encontrarla en cualquier esquina y prever su aparición para protegerse contra el shock que le produce verla, sintiéndola al mismo tiempo como amenaza y revelación:
VI. Quan la veig, ho mostró bé en els ulls, la cara i la color: tremolo de por, tal com fa la fulla al vent.
El amante que no es sin la persona amada, pierde la autoestima y el control y la confianza en sí mismo, sintiéndose frágil y vulnerable y pues el mundo se le vuelve invasivo y agresivo, no puede afrontarlo y aprehenderlo. Tras la experiencia amorosa fallida o mal resuelta la sensación de “incompletud” de la que hablaba Octavio Paz se percibe como una necesidad vital que es imprescindible de completar cuando antes tan solo era una leve inquietud del espíritu. Ya no hay rincón en el que el amante no se sienta acechado, en el fondo, por sí mismo. Se trata, en definitiva, de la necesidad imperativa de recuperar la intensidad perdida, la ilusión de haber rozado la eternidad, el paraíso, pues una vez probada esa droga nunca podemos olvidarla del todo.
Ser que habita en los silencios
Me he emocionado con esta última parte. Está expresado desde la parte más sufrida del amor.
ResponderEliminarHay mucho cierto, me gusta en gran medida el estudio, pero hay muchas cosas que no comparto.
No creo que sean , por ejemplo, egoistas,...por el simple hecho de que a veces egoista se malinterpreta como "propio"... pero es tema largo. Egoista no creo que sea el amor, si que puede ser posesivo, pero egoista.. lo dudo...
pero bueno, es una deliberación muy interesante.