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domingo, 27 de diciembre de 2009

Estudio sobre el amor y la enfermedad. Parte I

“Como la mujer que en ellas se contempla, las fuentes son agua de perdición y agua de vida”. Lo cierto es que Octavio Paz siempre habla desde el punto de vista masculino y yo haré lo mismo. En este sentido, enamorarse puede implicar una crisis en el individuo, una pérdida de la identidad, pues el enamorado deja de ser el mismo para intentar convertirse en aquello imaginado que cree que la dama desea, piensa y es, y es en ese imaginar en el que el amante obsesionado se pierde como en un laberinto infinito llevándolo a la locura, la depresión y en su desesperanza, finalmente, hasta la muerte.

La locura no es objeto de percepción sino obsesión de la imaginación.

Con todo, como muy bien dice Octavio, también es, como toda crisis, una oportunidad para la transformación del individuo, renacimiento tras la muerte, reconstrucción tras la deconstrucción. Al dejarnos de querer para enfocarnos y volcarnos por entero y únicamente en el ser amado también puede el amante dejar atrás viejos miedos y traumas si considera necesario dar esos pasos para ser correspondido. De hecho, la locura de amor es consecuencia del desenfrenado deseo, de la necesidad imperante de cumplir este objetivo, que lo lleva a pormenorizar cualquier obstáculo o barrera del tipo que sea, pues toda convención social o cualquier otra actividad humana resulta insustancial, aburrida y absurda, eclipsada por la incomparable intensidad del deseo amoroso.

Volviendo a los trastornos relacionados con el enamoramiento, el amante padece una desaparición progresiva ya no solo de la propia identidad sino también incluso de la salud, un deterioro físico y mental. El no comer, el no dormir:

No sé on refugiar-me quan el desconhort m’aclapara; tota la nit em fa regirar-me i m’allunya de l’espona.

Suspiros profundos que alivian un angustioso pesar y ahogo en el pecho y la garganta, una ansiedad provocada por un deseo feroz (que a menudo se traduce en pérdida de peso) y una enorme sensación de vacío cuando el amante no puede reflejarse en los ojos de la amada porque no está y entonces no es, porque no puede manifestar su amor, saciar su deseo, llevar a cabo el servicio que da sentido a su existencia.

El amante necesita ser reconocido por la persona amada por el sacrificio voluntario que ha hecho, para obtener una gratificación por haberse sometido ante esa persona en concreto y no otra, por haberla elevado por encima de las demás como la mejor. Pero ha de ser a sabiendas de que no hay garantías de que la otra persona haga lo mismo para que se convierta en un acto heroico, de gran nobleza y valor, pues en parte no deja de ser una decisión libre.

La búsqueda del reconocimiento de la persona querida. Reconocimiento en el sentido de confesar, como dice el diccionario, la dependencia, subordinación o vasallaje en el que se está respecto al otro.







Ser que habita en los silencios

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