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viernes, 4 de diciembre de 2009

El erizo y la rata

Una vez una rata se enamoró de un erizo viendo en él a un semejante, pero a primera vista no se dio cuenta de uno de sus rasgos principales. La rata se pasaba el día pegado a él y sufría mucho por sus pinchos y el erizo no se quejaba porque la rata hacía todo lo que el erizo le pedía aunque tampoco estaba contento con que sufriera. Los daños que recibía la rata cada vez eran mayores pero no se quejaba al erizo, él era como era y no tenía la culpa. La rata se autoengañaba creyendo que podría eliminar sus pinchos y convertirla en rata. Sin embargo, los dos roedores sabían que aquella relación era perjudicial para la rata pero ninguno decía nada y el erizo quiso creer que a la rata no debía dolerle tanto y se sorprendió de su bondad y cada vez se acercaba más a ella temerariamente. Pero lo cierto era que la rata sufría mucho y empezó a darse cuenta de que aquella relación la estaba destruyendo, aunque quería demasiado al erizo para decirle nada y se dijo durante demasiado tiempo que tenía que continuar adelante porque no era justo para el erizo que ella lo abandonase. El erizo pensó que la rata era una buena amiga, pero también se engañaba porque sabía que la rata no podía estar con él, aunque su compañía era demasiado halagadora y beneficiosa para él.

Al final, un día, tras muchos meses, la rata se cansó de sufrir y muy dolida no tuvo mejor idea que empujar al erizo fuera de él contra una piedra. La rata huyó herida, asustada y odiando al erizo por no poder estar con él. El erizo no entendió nada pero también resultó muy herido y desconfió mucho a partir de entonces de las bestias que intentaban ser nobles. No parecía consciente de que sus pinchos ahuyentaban a muchas bestias. La rata volvió después para pedir disculpas y ver como estaba el erizo sintiéndose muy culpable pero fue muy mal recibida porque el erizo no entendía porqué la rata había actuado con violencia. La rata se hizo responsable de sus acciones, dándose cuenta de sus errores, y asumió su dolor y su culpa como castigo y lección. Decidió no acercarse al erizo por vergüenza y porque había demasiado dolor en aquella relación y temía que hubiese más. El erizo, también muy dolido, consideró a la rata un animal vil y cobarde como cualquier otro y se dijo que todas sus buenas acciones habían sido interesadas y falsas. Él con la conciencia tranquila de no ser culpable de ser un erizo, ella miserable por haber invertido tanto tiempo con un animal que tan poco le convenía y encima haber acabado dañándolo. O eso creyó entender la triste rata.

Fin de la historia

Ser en proyecto

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