Una puerta que se cierra,
silenciosamente chirriando,
observas el calor por ella escaparse,
y acaricias el pomo con miedo a aferrarlo.
Otro otoño que comienza.
Un barco en busca de puertos,
rumbos errantes hacia nuevas tierras,
una isla se vuelve promesa
en el esplendor de todos los inicios.
Pero ya comienza el monzón.
Un fantasma que no existe,
te acompaña todo el día,
le das conversación vana,
y el solo se ríe de ti en tu cara.
Las hojas secas ya crujen bajo tus pies.
Un incendio que comienzas,
buscando una aventura estival,
quemas todo a tu alrededor,
y de lo poco que salvas no eres héroe.
El pìrómano se vuelve ocre.
Un mendigo que busca entre restos
cartones para construirse un hogar,
cuando la llegada del frío apremia,
solo queda conservar.
Tiempo de caída y refugio.
Un minuto que es una hora,
un pasado que no vuelve ni se va,
todos retornan a sus casas
y tú con los que en la calle se quedan
observas de nuevo ventanas iluminadas.
Fénix quemándose en sus propias llamas
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