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sábado, 2 de octubre de 2010

Potencia aristotélica

Ser en potencia. Un día Calixto descubrió de que era capaz o de que era capaz de algo por el simple hecho de saberlo, no de quererlo. Ralentizó voluntariamente el paso dos metros antes de la meta y quedó segundo cuando sabía que era el mejor. Se coronó rey en potencia y aquello implicó renunciar a la vanidad, a la fama y al reconocimiento para saber únicamente él solo que nadie le igualaba. Rechazó el trono y los aplausos y miró con una sonrisa de póker a sus rivales que le compadecían por su último e inexplicable tropiezo. Pero él regaló el trofeo al ganador con una carcajada que para los demás fue de loco pero para él mismo fue de dominio absoluto. Fue, pues, poseedor de una verdad única que nadie sospechaba y tampoco nadie se hubiese creído.

Se dijo: "No solo lo he conseguido sino que he sido lo suficientemente fuerte como para decidir renunciar a ello silenciosamente, ser señor de mi mismo en cada momento y permitirme el lujo de decirle a Dios que no quiero su posición".

Y entonces  se dio cuenta de que era el Gran Mediador, un rey en la sombra que no obtuvo nada porque la única forma de mantener la libertad es renunciando al éxito público.

Ser sin ser he ahí el dilema resuelto.

Fénix en potencia

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