"Ser uno mismo" es una expresión que se utiliza muy a menudo y que creo que conviene pensar que queremos decir con ella. Ser uno mismo o ser natural en el sentido más espontáneo del término es una justificación cortés para decir "hago lo que me da la gana". Y es una confusión desde mi punto de vista bastante grave. La chorrada de todo esto es que en el fondo uno no puede dejar de ser uno mismo a no ser que no sea libre. No eres tu mismo únicamente cuando no eres libre y en sociedad tenemos leyes y normas sociales represoras, luego nunca podemos ser del todo nosotros mismos porque nunca podemos ser del todo libres a pesar de que en nuestra vida nunca dejemos de perseguir ese ideal. También es gracioso pensar que la represión es una limitación de la identidad cuando reprimir también es un acto de libertad y de identidad. Ponemos leyes porque queremos, escogemos poner leyes (a nivel social-colectivo pero también individual) o lo hacemos sin pensar porque organizar a las personas también implica ponerles límites y simplificamos para hacer soportable y agradable la realidad.
Por lo tanto ser uno mismo no significa nada excepto en casos en los que haya una coacción más que evidente (pistola en la boca, etc.) e incluso si nos ponemos existencialistas de hecho siempre podemos elegir y cuanto menor sea nuestra posibilidad de elección y más comprometida esté nuestra vida más heroicos son nuestros actos. Morir es una elección. A mi entender, y esto es importante, uno no es verdaderamente libre solo cuando no puede decir sí y no, pero la cuestión clave es ¿como estamos seguros de que alguien, incluso nosotros mismos, no estamos sometidos a coacciones o manipulaciones constantemente? ¿Y hasta qué punto la influencia de los demás no es manipulación, para bien o para mal? En otras palabras, nunca podemos dejar de ser nosotros mismos o, lo que es lo mismo, siempre somos nosotros mismos aunque sintamos que nunca lo seamos del todo, porque incluso cuando mentimos, consciente o inconscientemente, por elección o espontaneidad, es un resultado de nuestro carácter.
La sensación de incompletud es universal, un acicate lacerante para vivir, porque solo somos cuando sucedemos y solo sucedemos cuando actuamos y tomamos decisiones y no hay mayor sensación de ser que rebelarse, conquistar, humillar, derrotar a uno mismo, al otro, lo que sea, pero ha de implicar sensación de control y dominación. Ser, realizarse es triunfar y dominar. Como no lo podemos controlar todo y nosotros mismos y los demás no dejamos de cazarnos buscando nuestras debilidades generando dudas, comparándonos con los demás y cuestionando la eficacia y/o moralidad de lo que hacemos y decimos, siempre nos sentiremos incompletos, falibles. La duda hace pensar, genera miedo, limita, derrota pero precisamente por ello también amplia el abanico de posibilidades, mayor capacidad de elección, un horizonte más amplio que por su inabastabilidad resulta horrorosamente abrumador. No dudar nunca no parece tampoco la respuesta.
Que nos comportemos de formas diferentes con personas o en situaciones distintas es inevitable hasta cierto punto y en cualquier caso como me enseñó muy bien el Kappa "NO SOMOS, ESTAMOS", es decir, dependemos de nuestro estado de ánimo, aunque podamos intentar modificarlo. Muchos sociólogos, psicólogos y antropólogos opinan que actuar siempre igual con todo el mundo es de enfermos, pero lo cierto es que adaptarse constantemente a los demás y al entorno sin oponer ninguna resistencia o iniciar una negociación o discusión que implique que ese entorno nos reconozca mínimamente también es enfermizo. Nuestra obsesión enfermiza por capturar y ordenar la realidad es una traición a la misma porque cuando le hemos hecho la foto ya ha cambiado. Ni siquiera captarla fílmicamente como una sucesión imparable e inextricable de sucesos mostraría la riqueza y ferocidad de esta inaprensible corriente.
Ser, estar y parecer son tres verbos que se confunden entre sí en el laberíntico juego del lenguaje donde todo es interpretación e intertexto, mezclas de mezclas. Y como en todo juego hay ganadores, perdedores y posiciones. También hay suerte, pero sobre todo técnica y habilidad y necesidad constante de entrenamiento para nuestra realización en el triunfo de nuestros discursos con vocación de poder. Quien gana el juego tiene el poder de cambiar las reglas. Estoy bien, me realizo, luego soy (en ese estado), luego me siento ganador.
Termino esta reflexión con una reflexión de Freud que me gusta mucho aunque no la recuerde literalmente:
"A mayor integración social mayor afectividad y menor pensamiento autónomo"
El peregrino endormiscado
soy consciente que esta actualización es contradictoria, lo cual me hace sospechar que está bastante bien hecha porque si me hubiese salido coherente no me la creería.
ResponderEliminarCreo que añadir ideas en parte contrapuestas enriquece mi explicación porque la contempla desde diferentes puntos de vista. Otra cosa es que no me explique bien y no se entienda lo que digo. Eso ya me lo diréis vosotros.
i.o.