jueves, 29 de octubre de 2009
Capítulo V: La villa encantada
martes, 27 de octubre de 2009
Capítulo IV: El hechizo de la bruja
- ¡Ya has vuelto a perdernos!- exclamó el Caballero Irascible- ¡Caballero Despistado, Caballero Eclipsado deberías haberte llamado! De macarra tienes lo que yo de clérigo.
- Vamos, mi buen amigo, no hay que enojarse.- dijo con calma el Caballero del Sosiego-. Fíjate en donde estamos, escucha algo más que tu propia ira.
Ante ellos se erijía una robusta torre de treinta metros de altura de cuya ventana más elevada llegaba una atractiva voz de mujer que cantaba una melodiosa canción triste, solitaria y desesperada.
¡Oh! ¿dónde estás mi fiero caballero?
¡Lloro las mañanas y las tardes esperándote!
Abrígame con tus abrazos mis melancólicas noches de invierno,
muerde al bastardo que perturbe mi paz,
come mis viandas,
destripa mis penas,
y serás el rey en mi torre...
y en mi lecho.
La música y la voz dulce y desemparada de la que sin duda era de una bella dama invitaba a entrar, a reconfortar con palabras y cariños su fría estancia y los caballeros se dejaron llevar por la pasión que los reclamaba, abandonaron los caballos y se adentraron en el primer piso del castillo. Pero el Caballero Macarra advirtió:
- Disculpad mi desafortunado errar... ya sabéis de mi actual incapacidad para ser dueño de mí mismo y ahora además estamos siendo arrastrados por una magia muy poderosa a la que yo soy especialmente débil. La única forma de superar esta prueba es vencer a la bruja que ha tendido sus redes sobre nosotros, pues ya es tarde para huir. Vuestra espada y vuestra lanza no surtirán efecto contra ella, solo nuestra fuerza de voluntad nos servirá aquí. Leed estas palabras pero no os dejéis llevar por esa falsa recompensa, conozco a esta bruja, tan solo os utilizará como siervos.
Tres pisos has de recorrer,
y tres enemigos vencer
si conmigo quieres yacer.
Las puertas se cerraron mágicamente tras ellos y un largo pasadizo se extendía ante sus narices iluminado por candiles de siniestro fuego azul suspendidos en el aire aquí y allá. El Caballero Irascible se adelantó golpeando con su lanza todo aquello que se moviera y les pidió a sus compañeros que se hicieran a un lado porque sentía en ellos una presencia conocida y terrible:
- ¡Fuera falsos espectros del fuego!- y dibujó en el aire unos golpes muy potentes y floridos.
En cuanto comenzó a golpearlas las llamas se apoderaron de su cuerpo, que comenzó a arder, y el Caballero Irascible enfureció aun más, aporreando las paredes con su lanza cual elefante embravecido. Entretanto, el Caballero del Sosiego se encendió su pipa con aquel frío calor.
- Parece que poco podemos hacer.
El Caballero Macarra se lanzó a ayudarlo pero su compañero lo detuvo.
- Es su prueba. No te creas cobarde por quedarte observando como un hombre vence sus propios miedos él solo.- y lanzó por las narices su humo tóxico.
- Los vencerá solo, pero necesitará nuestro apoyo.- y el Caballero Macarra partió en dos con su espada la lanza del Caballero Irascible y le puso una mano en el hombro.
- Domina tu ardor, haz del fuego una luz guía, que tu fuerza no se convierta en tu destrucción.- le dijo con firmes palabras.
El Caballero Irascible golpeó a su compañero con el codo cual mazazo contundente y éste calló al suelo casi sin respiración. Después el Irascible se derrumbó agotado y temblando por su furia e hincó su rodilla en la gélida roca. Las llamas fueron apagándose poco a poco y dejaron al descubierto un cuerpo sombrío que fue iluminándose a cada paso, como un girasol que se levanta por la mañana con el primer rayo solar. Ayudó al Caballero Macarra a levantarse y exclamó jovial:
- ¡¡¡Oshhhe!!!! ¡Continuemó!- exclamó y comenzó a reír felizmente.
Ascendieron por las escaleras al segundo piso. La música de la bruja cada vez sonaba más fuerte y el deseo de los caballeros por llegar al tercer piso era cada vez mayor. Pronto un humo de color gris oscuro fue descendiendo por ellas cegándolos por completo. Esta vez se adelantó el Caballero del Sosiego, amante de todo tipo de fragancias y conocedor de venenos como pocos, y sin mediar palabra con sus compañeros desapareció solo entre los gases, como robado por una nube. Los otros dos caballeros lo siguieron rápidamente y no lo encontraron al estar completamente cegados por aquella incipiente oscuridad gaseosa. La sala era muy grande y ninguna luz la iluminaba excepto la que desprendía aquel asfixiante y extraño humo. De pronto, el Caballero Irascible topó con alguien tumbado en el suelo: era el Caballero del Sosiego que respiraba aquel gas con una devoción religiosa.
- Id tirando.- les dijo en un tono de voz muy confuso.
- Para nada, ¡vienes con nosotros!- y sin mediar más palabra el Caballero Irascible lo cogió sin ver por la cintura y zarándeandolo lo elevó, palpando la pared en busca de las siguientes escaleras. Pero el Caballero del Sosiego lo empujó y cayó al suelo de bruces tosiendo y sintiéndose muy débil aunque aliviado. El Caballero Macarra se le acercó entonces poco a poco y poniendo una mano en su hombro le dijo:
- No quieras estar ciego porque el mundo que en este tiempo y lugar te toca vivir no te guste. No te embriagues acomodándote en una nube de placer que será tu tumba. Buscar es nuestro cometido. Nuestro camino aun es largo y duro, levántate ahora y ven con nosotros.
El Caballero del Sosiego agarró del hombro al Caballero Macarra y se alzó. Le propinó un puñetazo en toda la cara con una frialdad fingida.
- Eres un pretencioso engreído si crees que consigues algo con esas palabras o piensas que me vas a convencer.- los gases empezaron a dispersarse y dándole un toque amistoso al desconcertado Caballero Irascible avanzó por las siguientes escaleras él solo.
- Viéndolo a él quien diría que yo soy el Irascible- dijo el caballero y ayudó al Macarra a levantarse.
El Caballero Macarra corrió tras el del Sosiego para alcanzarlo y llegar primero al tercer piso posesivamente. Él sufría más que ninguno por llegar y tal fue así que no dudó en empujar a su compañero en su carrera por el tercer piso. La melodía era muy sensual y potente a sus oídos, como un sorbo de agua para un perro famélico en medio del desierto. Cayó rendido ante los pies de la bruja, no pudiendo alzar la cabeza por encima de sus cintura. Y le dijo:
- ¿En qué puedo servirte mi Señora? Yo sacrificaré más que ningún otro ser viviente o no viviente por ti.
La bruja permaneció silenciosa ante la angustia del Caballero Macarra que oía como sus compañeros, que ahora entendía como rivales odiosos, se acercaban rápidamente. Al final la bruja habló.
- ¿Me llevarás contigo?- aquello aumentó el deseo del caballero hasta límites insospechados pero por más que quería no podía levantarse del suelo para abrazar y poseer a la bruja.
- Lo haré, lo haré, donde tu quieras.- la desesperación del Caballero Macarra aumentaba, prisionero impotente de su deseo. Los silencios de ella se le hacían eternos.
- Mata a tus camaradas por mi y seré tuya.
El Caballero Macarra desenvainó rápidamente su espada y se volvió para enfrentar a los dos caballeros que en ese momento llegaban.
- Es mía, lo siento, es mía. Lo entendéis ¿verdad? No puedo escapar, tengo que hacerlo, es necesario. Si lo hago aquí acabará mi angustiosa búsqueda.
- Si quieres ser libre, mírala a la cara y deja de soñarla y de escuchar sus palabras.- le dijo el Caballero del Sosiego.- Deja de mentirte.
El Caballero Irascible se acercó a él, esquivó la estocada que lanzó el Macarra y lo desarmó de un codazo. Luego lo cogió por la espalda y enderezó su postura.
- Siempre vas encorvado mirando al suelo, por eso no te das cuenta de hay más posibilidades, de que hay un horizonte muy amplio.
Y entonces el Irascible le obligó a girarse y vio allí a una niña pequeña llorando y pidiendo ayuda y el Macarra se rió entonces para sus adentros muy aliviado y pensó con una empatía triste: "Pobre chiquilla".
El Caballero Macarra
lunes, 26 de octubre de 2009
Capítulo III: Los embajadores de Rödion
El Kappa
domingo, 25 de octubre de 2009
Capítulo II: La caída de los tres caballeros
-Caballeros, al enrolarme con vosotros me prometisteis aventuras y damas a toda hora y por doquier; desde que os acompaño tan solo he pasado frío encima del caballo, me han rechazado las doncellas más putas, nos han humillado y robado dos bandidos en el bosque y encima no he tenido ninguna oportunidad de aproximación a la Dama del Triste Velo, la verdadera razón, como ya sabéis, por la que me instruí como caballero. Qué sucede, qué es lo que funciona mal?
El caballero tranquilo bajó la mirada al suelo cediendo el turno de respuesta a su compañero, el caballero agitador:
-Caballero macarra, estás en lo cierto en cuanto a todo lo que dices; no así, nosotros mantenemos nuestra palabra, y de esta manera nuestro honor, de que todo lo que te contamos es absolutamente verdadero. Allá en nuestro lejano país de origen gozábamos de gran éxito y fama merecidos, pues sobraban motivos para que el pueblo brindara por nosotros y nos era imposible contar nuestras conquistas de una sola noche. Príncipes se disputaban nuestros favores y reyes nuestros consejos. La plebe nos admiraba y vio nuestra luz verdadera, la que desprendemos desde el interior, creyeron en nosotros y con la afilada lanza del compromiso nos abríamos paso sin dificultades en el campo de batalla, desenmascarando cualquier contrincante de más bajo honor- hizo una pausa para mirar a su alrededor, donde el estertor de la fiesta alcanzaba uno de sus grados máximos-. Pero aqui, no sabemos lo que sucede y nos vemos sujetos a nuevas reglas, a las cuales, salta a la vista, aún nos nos hemos adaptado.
Y estaba en lo cierto. Pese a que el trío de caballeros era valorado por sus compañeros de batalla en el arte de la guerra, no gozaban de ninguna otra conquista en ningun otro campo. En las celebraciones posteriores en los diferentes castillos, las plazas derrotadas y los fortines amigos, no acariciaban gloria ninguna y apenas sí eran bien recibidos. Aunque había que admitir que se esforzaban en demostrar su valía: el caballero agitador era un incansable espadachín que pretendía ganarse el favor de algunas de las damas más bellas del reino con sus infinitas exhibiciones de las habilidades con la espada, que se solían prolongar hasta prácticamente la mañana; al final las damas rehuían de él y se iban con caballeros con menos habilidades, pero mejor fama.
El caballero macarra no cejaba en sus intentos, noche tras noche, celebración tras celebración, de demostrar al pueblo fácil de asombrar el poder de la ilusión y reproducía encantamientos, trucos y magia para atraer la mirada de las doncellas; pero tanto las doncellas como el pueblo ya no eran tan fáciles de impresionar, y le pedían que en vez de estúpidos juegos de luces les trajera la cabeza de un dragón, y entonces le escucharían. Ni él mismo sabía que esos trucos no podían surtir efecto, pues no creía en sí mismo, tan ensimismado estaba en la esperanza de que la Dama del Triste Velo apareciera de repente por el torreón, sumándose a la celebración.
El caballero tranquilo, por su parte, consciente de la inutilidad de juegos de espada o hechizos mágicos o quizá solamente aburrido de sí mismo, optaba por sentarse en uno de los larguísimos bancos de madera una vez concluido el festín, con una copa de vino en la mano y escuchando, casi azarosamente, los versos de los juglares y las canciones de los trovadores, o también acercándoles algun resto de comida a los leones y fieras encadenados que gustaba de tener a según qué reyes caprichosos.
En este ocaso de las esperanzas y sueños del trío de caballeros, no era raro escuchar a apuestos compañeros de guerra embriagados de éxito y sujetando a una dama de cada brazo, frases como:
-Ah, sí! Ahí tenemos a los tres tristes tontos, que se dejan las armas en las monturas cuando están en el bosque e incapaces de acercarse a menos de tres metros de una doncella... alejémonos antes de que nos alcance su mala fama, chicas!!
-Qué es ese extraño olor que empiezo a sentir...? Ah! Pero si es el tufo del fracaso! Por Dios, macarra, agitador y tranquilo, haced un favor a la orden y utilizad los caballos para labrar el campo, no para manchar el buen nombre de los caballeros!
Y risas, y más risas...
Pero el caballero agitador, harto de tanta burla y desprecio, inducido por una rabia que le manaba del corazón fue directo hacia el último caballero que se había atrevido a manchar su honor una vez más; pero en el camino, la dulce y ensimismada en sí misma conversación de dos doncellas le detuvo:
-Ay, sí! Cuánto deseo conocerle...! Imagínate! Además, los cortesanos andan comentando que estuvo en Ipsen hace apenas tres semanas. No te das cuenta? Podríamos haber bebido del mismo vaso que él!!- al borde de la histeria
-Síii! Tienes razón! Es increíble, tan guapo...
-Tan apuesto...
-Tan fornido...
-Tan fuerte...
(un suspiro a dúo) -Ahhhh...
-Perdonen doncellas... no pude evitar escuchar la conversación y aunque hubiese querido no lo hubiese hecho; de quién hablaban que estuvo en Ipsen hace tres semanas?- el caballero agitador se interpuso en el amor universal que estaban regalando las doncellas al mundo
-Pues de Sir Huntington Bocanegra, por supuesto, el caballero más famoso de todo el reino, de quién va a ser?
-Y el más valiente, conocido por ello como el caballero valiente.
-Y al que tú...-gesto de desprecio sin contemplaciones- ni soñarías con parecerte... "caballero".
-Caballero agitador, señorita, para servirle, si tiene un matrimonio aburrido o le quema el culo un dragón.
-"Caballero agitador"- repitió irónicamente- un medio hombre como tú ni se merecería estar en presencia de alguien como Bocanegra...
Y las dos doncellas desaparecieron asqueadas entre cuchicheos. Pero aquello le había dado una idea al caballero agitador.
Cuando los últimos reductos de la fiesta de esfumaron por entre las habitaciones que empezaron a estar concurridas del castillo de Ipsen y las primeras luces del día sorprendieron a aquellos a quienes la noche se les había quedado muy corta, los tres caballeros acertaron a reunirse cerca del puente levadizo para recuperar sus monturas y retomar un camino sin rumbo.
El caballero tranquilo, que había abusado de la famosa "infusión de la hoja de cinco picos", dijo desde las profundidades de su ser:
-Caballeros... creo que me retiraré y os dejaré la aventura a vosotros. Mi última misión será... será... enfin, ahora mismo no recuerdo cuál era, pero escuché que un tal caballero valiente había conseguido la piel del único león albino de este continente y la exhibiría en el famoso torneo de Alexandria... La piel de ese león... conseguirla, como bien sabéis, era el propósito por el que me instruí como caballero... así que ya no tiene sentido seguir con la farsa. Me alegro mucho...
Y continuó y continuó divagando y balbuceando sin darse cuenta de que había iluminado involuntariamente a sus dos compañeros:
-Caballeros -lo interrumpió el caballero macarra- en el lejano reino de Alexandria es donde vive la Dama del Triste Velo, ahora acabo de recordar, así que invertiré toda mi fuerza y empeño en llegar hasta allí aunque sea lo último que haga como caballero.
-Caballeros -continuó el caballero agitador- derrotar a Huntington Bocanegra nos restablecería de una vez por todas la fama y el honor perdidos, y nos concedería gloria infinita y un lugar propio en la historia de la caballeria; así que debo llegar a Alexandria aunque sea lo último que haga como caballero.
Se mantuvo por un instante un tenso silencio entre los tres caballeros, el silencio que precedía la tempestad, la aventura, la sangre corriendo en las venas por fin.
-Caballeros -hablaba el caballero tranquilo- debemos valorar que llegar a tiempo a Alexandria probablemente nos costará nuestras monturas y hasta el último centavo de nuestro escaso dinero, dejando aparte el peligroso camino que hay que seguir hasta llegar. Yo debo ver esa piel de león aunque sea lo último que haga como caballero. Alexandria. Estamos de acuerdo pues?
Los tres caballeros montados en sus corceles, la potente salida del sol eclipsándolos, las espadas en alto:
-Estamos de acuerdo!!
El Rapsoda de la ignorancia
sábado, 24 de octubre de 2009
Capítulo 1: El nacimiento del Caballero Macarra
Sin prestarles mucha atención dos apuestos caballeros sobre sus córceles se acercaron a él causando gran alboroto en su discusión sobre el arte de la seducción. Cuando vieron al chaval se detuvieron y el más agitador de los dos, hombre irascible, de corazón y pasiones intensas, le dijo:
- ¡Asííl, asúúl, asaííl, asaúúúl! Vemos en ti un gran potencial. Únete a nosotros y sé también un caballero. Viviremos aventuras y conquistaremos todos los castillos y las damas más bellas del reino se bajaran las bragas ante nosotros.
El chaval le contestó.
- No entiendo de decoro o buenas formas, no gano muchos combates ni he conocido mujer, pero puedo desarmar con palabras, contestar con una elegancia descarnada, una honestidad desprovista cruelmente de calor y, sobre todo, cumplir mis promesas. ¿Puede ser alguien así un caballero?
- Totalmente - exclamó el segundo caballero de temple sosegado y mirada profunda.- De momento súbete a mi caballo, Ymir. Te daremos una montura apropiada, te armaremos, entrenaremos y haremos de ti
lo que tu quieras ser.
- Entonces, a partir de ahora me haré llamar el Caballero Macarra.
jueves, 8 de octubre de 2009
(Título epilogar)
Fue algo horrible, los escalofríos aún recorren mi piel azulada, agrietándola, lastimándola con el solo recuerdo.
Todo empezó hacia las nueve de la noche, cuando permanecía apacible, descansado, a la espera de Sara en casa. Pero cuál no fue mi sorpresa al verla entrar con un sucedáneo de exitoso empresario, cuando en realidad era un estúpido oficinista muerto de hambre que se cubría con las telas de la apariencia. Maldecí en silencio cuando comprendí que era un amigo suyo y se quedaba a cenar. Aguanté con estoicismo las no pocas tentativas insinuantes que dedicó a Sara durante la velada y esos mal disimulados impulsos de ligón juvenil disfrazado de perfecto estereotipo de treintañero viril, deportista y hombre de mundo. Deportista... qué rápido robamos el sentido de una palabra para etiquetar nuestra esperanza. Yo mismo pude comprobar que era un tirillas.
Intenté varias veces aguarle la rídicula ceremonia de cortejo que estaba desplegando para con mi chica, pero hay que decir a su favor que el tío era persistente. Me alié con el mobiliario adecuado en el momento justo.
- ...así que simplemente cogí y le dije al tipo "mira..." joder! qué hierro más incómodo tiene esta silla, no?
-Ay, perdona, que no me he dado cuenta y te has sentado en la que estaba rota.
-No, no, tranquila no importa. Si en realidad ni se nota.
Le regala una sonrisa pero yo veo el permanente destello de la incomodidad surcar su rostro. Jódete.
También prové de lesionarlo para propiciar su retirada, después de un par de visitas al baño por su parte, desplegué mi estrategia.
-Ahh! Joder! Menudo golpe me he llevado con el sofá sin querer- sujetándose el pie-. Oye, lo has cambiado de sitio o qué?
-Vaya... pues no, lo siento, lo debo de haber movido sin querer al salir del baño, perdona.
-Ja ja, no te preocupes, ha sido un roce de nada.
Ni por esas, menudo tío más pegajoso.
Irrevocablemente, la cena acabó derivando en un lacónico mónologo que pretendía ser una conversación abierta donde el insufrible yuppie puso a prueba el acero de mis nervios y la fidelidad de Sara. Tenía que demostrar que era mi chica, pero no sabía cómo hacerlo de manera sutil, yo no tengo esa falta de tacto y estilo de la que tan orgulloso estaba el pequeño mamón este. Pero, afortunadamente, con la mesa despejada y una copa entre las manos, Sara me dedicó la mayor parte del tiempo de ahí hasta el final de la velada. Ocurre que los denodados parásitos como el tipo este no se dan por aludidos ni aunque les acompañes hasta la puerta rogándoles que quieres descansar, que mañana será otro día. Pero nada, el proyecto de hombre se aferró más que nunca a su máscara de triunfador y puso en marcha la última etapa de su plan para levantarme a la chica.
-Oye, ha sido un día largo. Has tenido bastante lío en la oficina y encima después por la tarde te ha pasado lo que te ha pasado. No me extraña que estés cansada y te entiendo; así que me iré pronto, pero antes, como muestra de agradecimiento por la cena y eso, déjame que te dé un masaje- si las miradas matasen, no habría en la ciudad ambulancias suficientes para el tipo este, pero prosiguió, ajeno a mí y a la magnitud de su propia procacidad-. Tuve una maestra oriental, Li se llamaba. En media hora te sentirás como nueva, te lo garantizo.
"Li se llamaba..." Li, menudo derroche de creatividad, qué complicado inventarse el nirvana personalizado de los masajes orientales bautizándolo con un nombre tan complicado y astuto como "Li", verdad, pequeño capullo levanta-novias? "Como nueva, te lo garantizo" Yo te garantizo que como le pongas las zarpas encima tendremos más que palabras.
-Bueno... supongo que de ahí no puede salir nada malo.
-Ja ja, claro que no tonta. Tú déjate hacer, ya verás. Túmbate.
Sara obedeció y agradecí que el tipo se alejara, aunque fuese instantáneamente y para volver con más fuerza aún. Me preguntaba cuanto tiempo aguantaría con la erección contenida en los calzoncillos antes de decirle que el masaje había acabado.
Llevaba ya veinte minutos y yo me esforzaba por mal disimular unas lágrimas que se empeñaban en aparecer, aunque Sara seguía en contacto con mi cuerpo, como un recordatorio de su fidelidad, y esto me animaba a pasar la penitencia, sin quejarme. Pero el pequeño bastardo no se conformó con eso. Quiso traspasar el puto umbral.
-Sara, preciosa, te estás relajando?- siguió hablando ante la débil afirmación en forma de murmullo de ésta-. Mira, será mejor que te desabroches el sostén, no es cómodo para ninguno de los dos esta postura. Mira, ya verás.
Y él mismo procedió a la operación. Noté como Sara se tensaba levemente, pero se dejaba hacer.
-Mmm... más suave, Pablo por favor.
Joder, y encima tenía nombre de paleto. Ni lo recordaba. A ver, que con todos mis respetos, pero Pablo... joder, Pablo, no me jodas. Pablo es nombre de primo, de pajillero, de blanco de todas las collejas en el patio del cole, Pablo es el que se cagó encima sin querer en su propia fiesta de cumpleaños, y aún pretendió lavar él mismo los calzoncillos y seguir como si nada; Pablo es nombre de tonto, de cornudo, de muermo, de friki informático y de enciclopedia andante de star wars; Pablo es al que le sueltas "lo siento, Pablo, es mucha tía para estar contigo" o "Hostia, Pablo, no me he acordado de tí. Lo siento tío, es que ya no hay más sitio en el coche", "Ah, ayer fue el cumpleaños de Pablo?" o aún peor, directa de la boca de la chica de la cual has estado enamorado en secreto toda tu vida, vertiendo el sentido de tu existencia en su deseo "Que le gusto a Pablo? Estás seguro?" "Sí, él me lo ha dicho. Por qué?" "Porque bueno... quién es Pablo?". "Joder Pablo, otra vez has atascado el retrete?" "Que yo no he sido" "Y encima mentiroso". Sí, asúmelo chaval, eres Pablo. Tienes nombre de tontodelpueblo y encima ni tienes la culpa de ello, deberías denunciar a tus padres. No me mires con esa cara, joder... sabes que tengo razón. Mírate. Pablo es nombre... es nombre de Picapiedra joder. Y encima el más tonto de los dos.
-Lo siento muñeca, creo que estaríamos más cómodos en la cama...
-Sí, tienes razón: por lo que a mí respecta me voy a dormir. Como has dicho, ha sido un día duro y necesito descansar. Muchas gracias por el masaje. Por supuesto, ya sabes que te puedes quedar a dormir aquí.
-Ya, bueno... la verdad es que yo preferiría...
-Ya lo sabes, Pablo, cariño: no seas tonto, no seas vergonzoso y quédate a dormir aquí. Estarás cómodo en el sofá; es viejo, pero muy confortable.
-Joder, Sara, pensaba que tú y yo... la química, ya sabes. Tú me gustas, y sé que yo a ti también. Por qué no... - rodeó suavemente con el brazo a Sara- dejamos que las cosas simplemente... sigan su curso, eh?- guiñándole un ojo. El muy cerdo. Pero la batalla estaba ganada. Sara había hablado. Sentí un amor irrefrenable e infinito hacia ella.
-Buenas noches, Pablo. Intenta descansar, que mañana nos espera otro largo día!- se alejó camino de su habitación, dándole la espalda.
-Vamos tía! No me dejes así joder... yo creía que tú... que yo...
-Descansa.
-Joder, que estoy cachondo... Almenos una paja!
Pero lo único que recibió fue el portazo como respuesta de la habitación de Sara.
Se quedó unos instantes de pie, parado, como desorientado. Como sorprendido de que a un tipo como él lo rechazara una tía como aquélla. "Que se habrá pensado esta zorra, rechazándome", apuesto a que pensaba. Menudo Pablo.
Así que, una vez tuve a la chica fuera de peligro, me dispuese a conciliar un sueño tranquilizador donde siempre, entre la mesita y la pared. Ahí empezó la pesadilla.
El Pablo rechazado, el yuppie imbécil que había tenido la audacia de venir a mi propia casa para tirarse a mi novia, apoyó todo el peso y toda la frustración y rabia contenida que le corroía por dentro como el fuego corroe a una cerilla contra mí. Qué puta culpa tenía yo en todo eso, no lo sé. Pero el caso es que el tío ni se cortó. Tal como estaba vestido se quitó los zapatos y se tumbó. Encima pretendía ahogarme lentamente con el aroma suavón que desprendían sus pies de fracasado. Menudo personaje. Esperé que todo quedara en eso, pero de repente, una punzante fuerza empezó a embestir desde su entrepierna. Me quedé un segundo totalmente cortado, pero reaccioné rápido porque había que contraatacar ahora o nunca; sé en lo que suele terminar este tipo de manifestación sexual por parte de la otra persona. Sí, lamentablemente he sido violado otras veces, así que me apresuré a que no sucediera lo mismo. Saqué uno de mis más afilados muelles en el peor sitio posible.
-Ahh! Joder... qué pasa en esta puta casa que todos los muebles están hechos polvos, coño...- le oía maldecir tenuemente en la oscuridad de nuestra soledad.
Pero era presa de una voluntad superior, y el pequeño hijoputa del Pablo no se arredró. Al revés, embistió con más fuerza. No tuve por más que humillarme ante lo inevitable de su primario deseo: consiguió abrirse camino en mi hueco central y metió el rabo allí, asiéndolo con fuerza y empujando con el deleite del criminal que se sabe en posición absoluta de poder y control sobre su víctima, la baba cayendo tibia y lentamente sobre mi cabeza.
En el éxtasis de mi horror, coronó este pequeño holocausto, este acto absolutamente aborrecible con una intensa corrida que me habría de dejar marca para el resto de la vida. Tantos años vividos, tantas experiencias, tantas personas, ahora habiendo encontrado el amor, por fin... y éste déspota salvaje no se le ocurre otra cosa que segarme la felicidad a base de semen rancio reconcentrado, tiñendo para siempre cada ápice de mi carácter, cada acto futuro, cada relación que establezca a partir de ahora. Debería haberlo asfixiado con sus propios fluidos corporales, pero no tenía ánimo de nada; me sentía manso, liviano, aturdido, como si un mercancías hubiera pasado arrasando por encima de mí y solo esperara el dulce abrazo de la muerte.
Hoy, un nuevo día amanece, y con Pablo-el-violador-de-sofás-porque-nunca-consigue-tirarse-a-una-tía lejos de nuestras vidas, me pregunto si conseguiré superar este horrible bache al que me enfenté anoche y si Sara me seguirá mirando con los mismos ojos de ternura. Espero que sí. Hoy lo veo todo más claro. Encaro un nuevo día, lo pasado, pasado está. Me concentro en las cosas buenas que me esperan. Pero... joder, un acto tan... tan... se lo podría haber ahorrado perfectamente, cuántos traumas no se ahorrarían con una paja a tiempo en el baño, verdad? Intento mirar adelante, pero la sombra del pasado se empeña en engullir cada asomo de felicidad venidera. Caballeros, nunca violen a un sofá.
Autobiografía surrealista de un sofá demodé (capítulo 5)
El Rapsoda de la ignorancia
miércoles, 7 de octubre de 2009
No se sap mai
De les quatre rodes del cotxe, n'hi havia una que girava al revés. Però era la bona, perquè provava d'allunyar-se d'una corva que ens va desmanegar a tots.
lunes, 5 de octubre de 2009
Las dos fases anímicas y la interfase
Tanto tengo periodos de destrucción y desenfreno sentimental, como periodos de reconciliación, prudencia y racionalidad ilustrada. Cuando estoy en la primera fase veo a la segunda como una etapa de autoengaño, de creación de un mito para protegerme de mis miedos, de artificio puro y duro. Cuando estoy en la segunda veo que la primera es una fase de ataques desatados de sentimientos encontrados, de impotencia, de rabia y odios mal disimulados que solo se aplaca cuando puedo expulsarlos. Como un recipiente que se va llenando hasta que al final se desborda y decides vaciarlo, ahogando a todo lo que te rodea.
Y finalmente están los periodos de interfase, que están marcados por el cansacio y cierta melancolía.
El sabio de Lao-Tse según la poesía del Tao
Desde buen principio el poema nos introduce toda una serie de máximas prohibitivas que pretenden “encaminar” (tao) el comportamiento interior de las personas hacia la felicidad y la justicia. Sin embargo, estas directrices morales, en este caso, no parecen estar dirigidas tanto hacia el individuo particular sino más bien hacia un público más general.
El poema defiende a toda costa evitar el ensalzamiento del deseo como principal causa del sufrimiento. Por ello, censura la competición y todo tipo de reclamos que puedan ser ambicionados por el pueblo. Porque “lo codiciable” corrompe o “ofusca el corazón”, como dice el poema. El camino del sabio es aquél que busca la paz de espíritu, entendida como no-deseo, como no-acción, como una pasividad no perezosa que busca el vacío como sensación de plenitud de espíritu en ese juego de opuestos que participan el uno del otro y equilibran el mundo (el ying y el yang por influencia del confucianismo). Lo único que hay que hacer (lo cual no quiere decir que sea fácil) es preservar el cuerpo y evitar tener ambiciones porque, como defiende el poema, así se consigue mantener al pueblo ignorante y, en consecuencia, pacífico (sin significar esto que sea puramente vegetativo). Con ello, se deriva que no-pacífico significa la búsqueda conflictiva y perjudicial, para el individuo y el colectivo, del beneficio personal, un egoísmo destructivo.
En definitiva, el esfuerzo del individuo ha de ir dirigido hacia su anulación como ente que toma decisiones y actúa, a transformarse en poco más que una piedra que no hace ni recibe daño, pero está ahí y es consciente. Convertirse en eso es vivir en una paz absoluta porque uno no obra, busca no buscar, y alcanzar esa meta es el estadio más alto al cual un ser humano puede llegar (“quien practica el no-obrar todo lo gobierna”). No obstante, no defiende ser inmóvil e ignorante sino sentirse como tal, creerse como una piedra sin ser una piedra. El sabio no es un ser apático pero tampoco tiene voluntad ni intenciones explícitas. Es en esta aparente y constante contradicción en donde se sitúa el sabio de Lao-Tse.
jueves, 1 de octubre de 2009
Un enamorado solitario descubre un parque solitario
De ahí surge también la delicada y deliciosa tibieza del rechazo. Nos cierran unas puertas, pero disfrutamos del (por fin) saber, y por qué no, también de los nuevos horizontes que se nos abren y nos llaman. Porque muchísimo peor, y en esto creo que estará de acuerdo casi todo el mundo, es ese limbo del malestar en donde impera el no saber, el poderoso encantamiento de la duda nos domina y vivimos apáticamente en ese crepúsculo de ignorancia insufrible del enamorado que no se sabe correspondido. Cobardía? Quizás precaución. Precaución sin convicción? Cobardía absoluta.
La vida en un puño, el jodido sentido de nuestra existencia a expensas de los estúpidos caprichos de otra persona que, seguramente, apenas repara sobre nuestra existencia. Tiene sentido vivir así?
Jugando a baloncesto en la cancha olvidada de los recuerdos, formando equipo con la frustración y el fracaso, en un partido a tres contra la ilusión y el deseo, de árbitro el corrupto subconsciente, terreno de juego la imaginación, me vi repentinamente asaltado por tu fantasía. Que no eres más que eso, fantasía. Fantasía materializada en una persona, vestida de perspectivas y ojos de esperanza. No eres más que lo que deseé. No eres más que la proyección de un pasado y unas realidades ya obsoletas. Porque presupongo en ti lo que no eres, lo que siempre amé y lo que seguiré buscando. Por tanto, eres irreal. No eres en absoluto la persona que eres, sinó que eres la proyección de la presunción de quién eres para mí. Así que no es justo, para ninguno de los dos. Es simplemente la no aceptación de que no puede ser que todo sea tan burdo, tan absurdo, que la realidad sea de cartón pega, laberinto gris sin objetivo real.
Pero, qué me queda? Qué me queda sino alimentarme de esa ilusión y caminar pensando que eres ella?
La mayoría de las veces somos demasiado egoístas como para percatarnos de ese autoengaño. De esa proyección en la otra persona, de la que nos defraudamos y a la que llegamos a odiar por no cumplir esas perspectivas e ilusiones proyectados por NOSOTROS. No presupongamos nada. Abrámonos de mente, como las sábanas blancas, sin presunción de maldad, ni bondad, como las puertas del hostal sin patria, que nunca saben quién dejará entrar. Dejémonos fluir, y dejemos entrar a cualquiera, pues nunca sabemos dónde vamos a convergir, conscientes de la genuina individualidad de cada persona independiente.
Pero ya estoy más allá del enamoramiento y auto-encierro, de las esperanzas y la realidad. Ahora camino solo por la melancolía, donde nada exterior pueda atraparme, donde solamente me puedo encontrar a mí, y ser herido por mí. Pero eso sí, sin conseguir nunca escapar de mi mente. Cómo sería todo visto desde el exterior? A lo mejor, tan sólo es una manera aún más sofisticada de encerrarse en uno mismo que, en el afán de protegerme del exterior, el mundo real, es cuando más vulnerable me muestro.
Amor, prótegeme de mí; deja que pueda dirigir toda esta suerte de trivialidades que habitan mi envase de existencia canalizándolos en pro de algo que merezca la pena. Déjame volver a acariciar tus tristes vestiduras mientras me ahogo en el júbilo de volver a tener una mujer a la que amar.
El Rapsoda de la ignorancia