Al caer la noche los tres caballeros buscaron una posada para dormir, cual fue su sorpresa cuando se apercibieron de que el Caballero Macarra los había extraviado al dirigir la marcha por derroteros demasiado guiados por su desenfrenada pasión amorosa y muy poco por los caminos seguros que recomendaban la buena razón y el sentido común.
- ¡Ya has vuelto a perdernos!- exclamó el Caballero Irascible- ¡Caballero Despistado, Caballero Eclipsado deberías haberte llamado! De macarra tienes lo que yo de clérigo.
- Vamos, mi buen amigo, no hay que enojarse.- dijo con calma el Caballero del Sosiego-. Fíjate en donde estamos, escucha algo más que tu propia ira.
Ante ellos se erijía una robusta torre de treinta metros de altura de cuya ventana más elevada llegaba una atractiva voz de mujer que cantaba una melodiosa canción triste, solitaria y desesperada.
¡Oh! ¿dónde estás mi fiero caballero?
¡Lloro las mañanas y las tardes esperándote!
Abrígame con tus abrazos mis melancólicas noches de invierno,
muerde al bastardo que perturbe mi paz,
come mis viandas,
destripa mis penas,
y serás el rey en mi torre...
y en mi lecho.
La música y la voz dulce y desemparada de la que sin duda era de una bella dama invitaba a entrar, a reconfortar con palabras y cariños su fría estancia y los caballeros se dejaron llevar por la pasión que los reclamaba, abandonaron los caballos y se adentraron en el primer piso del castillo. Pero el Caballero Macarra advirtió:
- Disculpad mi desafortunado errar... ya sabéis de mi actual incapacidad para ser dueño de mí mismo y ahora además estamos siendo arrastrados por una magia muy poderosa a la que yo soy especialmente débil. La única forma de superar esta prueba es vencer a la bruja que ha tendido sus redes sobre nosotros, pues ya es tarde para huir. Vuestra espada y vuestra lanza no surtirán efecto contra ella, solo nuestra fuerza de voluntad nos servirá aquí. Leed estas palabras pero no os dejéis llevar por esa falsa recompensa, conozco a esta bruja, tan solo os utilizará como siervos.
Tres pisos has de recorrer,
y tres enemigos vencer
si conmigo quieres yacer.
Las puertas se cerraron mágicamente tras ellos y un largo pasadizo se extendía ante sus narices iluminado por candiles de siniestro fuego azul suspendidos en el aire aquí y allá. El Caballero Irascible se adelantó golpeando con su lanza todo aquello que se moviera y les pidió a sus compañeros que se hicieran a un lado porque sentía en ellos una presencia conocida y terrible:
- ¡Fuera falsos espectros del fuego!- y dibujó en el aire unos golpes muy potentes y floridos.
En cuanto comenzó a golpearlas las llamas se apoderaron de su cuerpo, que comenzó a arder, y el Caballero Irascible enfureció aun más, aporreando las paredes con su lanza cual elefante embravecido. Entretanto, el Caballero del Sosiego se encendió su pipa con aquel frío calor.
- Parece que poco podemos hacer.
El Caballero Macarra se lanzó a ayudarlo pero su compañero lo detuvo.
- Es su prueba. No te creas cobarde por quedarte observando como un hombre vence sus propios miedos él solo.- y lanzó por las narices su humo tóxico.
- Los vencerá solo, pero necesitará nuestro apoyo.- y el Caballero Macarra partió en dos con su espada la lanza del Caballero Irascible y le puso una mano en el hombro.
- Domina tu ardor, haz del fuego una luz guía, que tu fuerza no se convierta en tu destrucción.- le dijo con firmes palabras.
El Caballero Irascible golpeó a su compañero con el codo cual mazazo contundente y éste calló al suelo casi sin respiración. Después el Irascible se derrumbó agotado y temblando por su furia e hincó su rodilla en la gélida roca. Las llamas fueron apagándose poco a poco y dejaron al descubierto un cuerpo sombrío que fue iluminándose a cada paso, como un girasol que se levanta por la mañana con el primer rayo solar. Ayudó al Caballero Macarra a levantarse y exclamó jovial:
- ¡¡¡Oshhhe!!!! ¡Continuemó!- exclamó y comenzó a reír felizmente.
Ascendieron por las escaleras al segundo piso. La música de la bruja cada vez sonaba más fuerte y el deseo de los caballeros por llegar al tercer piso era cada vez mayor. Pronto un humo de color gris oscuro fue descendiendo por ellas cegándolos por completo. Esta vez se adelantó el Caballero del Sosiego, amante de todo tipo de fragancias y conocedor de venenos como pocos, y sin mediar palabra con sus compañeros desapareció solo entre los gases, como robado por una nube. Los otros dos caballeros lo siguieron rápidamente y no lo encontraron al estar completamente cegados por aquella incipiente oscuridad gaseosa. La sala era muy grande y ninguna luz la iluminaba excepto la que desprendía aquel asfixiante y extraño humo. De pronto, el Caballero Irascible topó con alguien tumbado en el suelo: era el Caballero del Sosiego que respiraba aquel gas con una devoción religiosa.
- Id tirando.- les dijo en un tono de voz muy confuso.
- Para nada, ¡vienes con nosotros!- y sin mediar más palabra el Caballero Irascible lo cogió sin ver por la cintura y zarándeandolo lo elevó, palpando la pared en busca de las siguientes escaleras. Pero el Caballero del Sosiego lo empujó y cayó al suelo de bruces tosiendo y sintiéndose muy débil aunque aliviado. El Caballero Macarra se le acercó entonces poco a poco y poniendo una mano en su hombro le dijo:
- No quieras estar ciego porque el mundo que en este tiempo y lugar te toca vivir no te guste. No te embriagues acomodándote en una nube de placer que será tu tumba. Buscar es nuestro cometido. Nuestro camino aun es largo y duro, levántate ahora y ven con nosotros.
El Caballero del Sosiego agarró del hombro al Caballero Macarra y se alzó. Le propinó un puñetazo en toda la cara con una frialdad fingida.
- Eres un pretencioso engreído si crees que consigues algo con esas palabras o piensas que me vas a convencer.- los gases empezaron a dispersarse y dándole un toque amistoso al desconcertado Caballero Irascible avanzó por las siguientes escaleras él solo.
- Viéndolo a él quien diría que yo soy el Irascible- dijo el caballero y ayudó al Macarra a levantarse.
El Caballero Macarra corrió tras el del Sosiego para alcanzarlo y llegar primero al tercer piso posesivamente. Él sufría más que ninguno por llegar y tal fue así que no dudó en empujar a su compañero en su carrera por el tercer piso. La melodía era muy sensual y potente a sus oídos, como un sorbo de agua para un perro famélico en medio del desierto. Cayó rendido ante los pies de la bruja, no pudiendo alzar la cabeza por encima de sus cintura. Y le dijo:
- ¿En qué puedo servirte mi Señora? Yo sacrificaré más que ningún otro ser viviente o no viviente por ti.
La bruja permaneció silenciosa ante la angustia del Caballero Macarra que oía como sus compañeros, que ahora entendía como rivales odiosos, se acercaban rápidamente. Al final la bruja habló.
- ¿Me llevarás contigo?- aquello aumentó el deseo del caballero hasta límites insospechados pero por más que quería no podía levantarse del suelo para abrazar y poseer a la bruja.
- Lo haré, lo haré, donde tu quieras.- la desesperación del Caballero Macarra aumentaba, prisionero impotente de su deseo. Los silencios de ella se le hacían eternos.
- Mata a tus camaradas por mi y seré tuya.
El Caballero Macarra desenvainó rápidamente su espada y se volvió para enfrentar a los dos caballeros que en ese momento llegaban.
- Es mía, lo siento, es mía. Lo entendéis ¿verdad? No puedo escapar, tengo que hacerlo, es necesario. Si lo hago aquí acabará mi angustiosa búsqueda.
- Si quieres ser libre, mírala a la cara y deja de soñarla y de escuchar sus palabras.- le dijo el Caballero del Sosiego.- Deja de mentirte.
El Caballero Irascible se acercó a él, esquivó la estocada que lanzó el Macarra y lo desarmó de un codazo. Luego lo cogió por la espalda y enderezó su postura.
- Siempre vas encorvado mirando al suelo, por eso no te das cuenta de hay más posibilidades, de que hay un horizonte muy amplio.
Y entonces el Irascible le obligó a girarse y vio allí a una niña pequeña llorando y pidiendo ayuda y el Macarra se rió entonces para sus adentros muy aliviado y pensó con una empatía triste: "Pobre chiquilla".
El Caballero Macarra
El Caballero Macarra (siento no haber firmado...)
ResponderEliminar¿Tanto cuesta poner el nombre al final? Ya te lo arreglo. ¡Es que...!
ResponderEliminarPor cierto, magnífico relato!
-Irascibilis eques-