Ayer fui violado.
Fue algo horrible, los escalofríos aún recorren mi piel azulada, agrietándola, lastimándola con el solo recuerdo.
Todo empezó hacia las nueve de la noche, cuando permanecía apacible, descansado, a la espera de Sara en casa. Pero cuál no fue mi sorpresa al verla entrar con un sucedáneo de exitoso empresario, cuando en realidad era un estúpido oficinista muerto de hambre que se cubría con las telas de la apariencia. Maldecí en silencio cuando comprendí que era un amigo suyo y se quedaba a cenar. Aguanté con estoicismo las no pocas tentativas insinuantes que dedicó a Sara durante la velada y esos mal disimulados impulsos de ligón juvenil disfrazado de perfecto estereotipo de treintañero viril, deportista y hombre de mundo. Deportista... qué rápido robamos el sentido de una palabra para etiquetar nuestra esperanza. Yo mismo pude comprobar que era un tirillas.
Intenté varias veces aguarle la rídicula ceremonia de cortejo que estaba desplegando para con mi chica, pero hay que decir a su favor que el tío era persistente. Me alié con el mobiliario adecuado en el momento justo.
- ...así que simplemente cogí y le dije al tipo "mira..." joder! qué hierro más incómodo tiene esta silla, no?
-Ay, perdona, que no me he dado cuenta y te has sentado en la que estaba rota.
-No, no, tranquila no importa. Si en realidad ni se nota.
Le regala una sonrisa pero yo veo el permanente destello de la incomodidad surcar su rostro. Jódete.
También prové de lesionarlo para propiciar su retirada, después de un par de visitas al baño por su parte, desplegué mi estrategia.
-Ahh! Joder! Menudo golpe me he llevado con el sofá sin querer- sujetándose el pie-. Oye, lo has cambiado de sitio o qué?
-Vaya... pues no, lo siento, lo debo de haber movido sin querer al salir del baño, perdona.
-Ja ja, no te preocupes, ha sido un roce de nada.
Ni por esas, menudo tío más pegajoso.
Irrevocablemente, la cena acabó derivando en un lacónico mónologo que pretendía ser una conversación abierta donde el insufrible yuppie puso a prueba el acero de mis nervios y la fidelidad de Sara. Tenía que demostrar que era mi chica, pero no sabía cómo hacerlo de manera sutil, yo no tengo esa falta de tacto y estilo de la que tan orgulloso estaba el pequeño mamón este. Pero, afortunadamente, con la mesa despejada y una copa entre las manos, Sara me dedicó la mayor parte del tiempo de ahí hasta el final de la velada. Ocurre que los denodados parásitos como el tipo este no se dan por aludidos ni aunque les acompañes hasta la puerta rogándoles que quieres descansar, que mañana será otro día. Pero nada, el proyecto de hombre se aferró más que nunca a su máscara de triunfador y puso en marcha la última etapa de su plan para levantarme a la chica.
-Oye, ha sido un día largo. Has tenido bastante lío en la oficina y encima después por la tarde te ha pasado lo que te ha pasado. No me extraña que estés cansada y te entiendo; así que me iré pronto, pero antes, como muestra de agradecimiento por la cena y eso, déjame que te dé un masaje- si las miradas matasen, no habría en la ciudad ambulancias suficientes para el tipo este, pero prosiguió, ajeno a mí y a la magnitud de su propia procacidad-. Tuve una maestra oriental, Li se llamaba. En media hora te sentirás como nueva, te lo garantizo.
"Li se llamaba..." Li, menudo derroche de creatividad, qué complicado inventarse el nirvana personalizado de los masajes orientales bautizándolo con un nombre tan complicado y astuto como "Li", verdad, pequeño capullo levanta-novias? "Como nueva, te lo garantizo" Yo te garantizo que como le pongas las zarpas encima tendremos más que palabras.
-Bueno... supongo que de ahí no puede salir nada malo.
-Ja ja, claro que no tonta. Tú déjate hacer, ya verás. Túmbate.
Sara obedeció y agradecí que el tipo se alejara, aunque fuese instantáneamente y para volver con más fuerza aún. Me preguntaba cuanto tiempo aguantaría con la erección contenida en los calzoncillos antes de decirle que el masaje había acabado.
Llevaba ya veinte minutos y yo me esforzaba por mal disimular unas lágrimas que se empeñaban en aparecer, aunque Sara seguía en contacto con mi cuerpo, como un recordatorio de su fidelidad, y esto me animaba a pasar la penitencia, sin quejarme. Pero el pequeño bastardo no se conformó con eso. Quiso traspasar el puto umbral.
-Sara, preciosa, te estás relajando?- siguió hablando ante la débil afirmación en forma de murmullo de ésta-. Mira, será mejor que te desabroches el sostén, no es cómodo para ninguno de los dos esta postura. Mira, ya verás.
Y él mismo procedió a la operación. Noté como Sara se tensaba levemente, pero se dejaba hacer.
-Mmm... más suave, Pablo por favor.
Joder, y encima tenía nombre de paleto. Ni lo recordaba. A ver, que con todos mis respetos, pero Pablo... joder, Pablo, no me jodas. Pablo es nombre de primo, de pajillero, de blanco de todas las collejas en el patio del cole, Pablo es el que se cagó encima sin querer en su propia fiesta de cumpleaños, y aún pretendió lavar él mismo los calzoncillos y seguir como si nada; Pablo es nombre de tonto, de cornudo, de muermo, de friki informático y de enciclopedia andante de star wars; Pablo es al que le sueltas "lo siento, Pablo, es mucha tía para estar contigo" o "Hostia, Pablo, no me he acordado de tí. Lo siento tío, es que ya no hay más sitio en el coche", "Ah, ayer fue el cumpleaños de Pablo?" o aún peor, directa de la boca de la chica de la cual has estado enamorado en secreto toda tu vida, vertiendo el sentido de tu existencia en su deseo "Que le gusto a Pablo? Estás seguro?" "Sí, él me lo ha dicho. Por qué?" "Porque bueno... quién es Pablo?". "Joder Pablo, otra vez has atascado el retrete?" "Que yo no he sido" "Y encima mentiroso". Sí, asúmelo chaval, eres Pablo. Tienes nombre de tontodelpueblo y encima ni tienes la culpa de ello, deberías denunciar a tus padres. No me mires con esa cara, joder... sabes que tengo razón. Mírate. Pablo es nombre... es nombre de Picapiedra joder. Y encima el más tonto de los dos.
-Lo siento muñeca, creo que estaríamos más cómodos en la cama...
-Sí, tienes razón: por lo que a mí respecta me voy a dormir. Como has dicho, ha sido un día duro y necesito descansar. Muchas gracias por el masaje. Por supuesto, ya sabes que te puedes quedar a dormir aquí.
-Ya, bueno... la verdad es que yo preferiría...
-Ya lo sabes, Pablo, cariño: no seas tonto, no seas vergonzoso y quédate a dormir aquí. Estarás cómodo en el sofá; es viejo, pero muy confortable.
-Joder, Sara, pensaba que tú y yo... la química, ya sabes. Tú me gustas, y sé que yo a ti también. Por qué no... - rodeó suavemente con el brazo a Sara- dejamos que las cosas simplemente... sigan su curso, eh?- guiñándole un ojo. El muy cerdo. Pero la batalla estaba ganada. Sara había hablado. Sentí un amor irrefrenable e infinito hacia ella.
-Buenas noches, Pablo. Intenta descansar, que mañana nos espera otro largo día!- se alejó camino de su habitación, dándole la espalda.
-Vamos tía! No me dejes así joder... yo creía que tú... que yo...
-Descansa.
-Joder, que estoy cachondo... Almenos una paja!
Pero lo único que recibió fue el portazo como respuesta de la habitación de Sara.
Se quedó unos instantes de pie, parado, como desorientado. Como sorprendido de que a un tipo como él lo rechazara una tía como aquélla. "Que se habrá pensado esta zorra, rechazándome", apuesto a que pensaba. Menudo Pablo.
Así que, una vez tuve a la chica fuera de peligro, me dispuese a conciliar un sueño tranquilizador donde siempre, entre la mesita y la pared. Ahí empezó la pesadilla.
El Pablo rechazado, el yuppie imbécil que había tenido la audacia de venir a mi propia casa para tirarse a mi novia, apoyó todo el peso y toda la frustración y rabia contenida que le corroía por dentro como el fuego corroe a una cerilla contra mí. Qué puta culpa tenía yo en todo eso, no lo sé. Pero el caso es que el tío ni se cortó. Tal como estaba vestido se quitó los zapatos y se tumbó. Encima pretendía ahogarme lentamente con el aroma suavón que desprendían sus pies de fracasado. Menudo personaje. Esperé que todo quedara en eso, pero de repente, una punzante fuerza empezó a embestir desde su entrepierna. Me quedé un segundo totalmente cortado, pero reaccioné rápido porque había que contraatacar ahora o nunca; sé en lo que suele terminar este tipo de manifestación sexual por parte de la otra persona. Sí, lamentablemente he sido violado otras veces, así que me apresuré a que no sucediera lo mismo. Saqué uno de mis más afilados muelles en el peor sitio posible.
-Ahh! Joder... qué pasa en esta puta casa que todos los muebles están hechos polvos, coño...- le oía maldecir tenuemente en la oscuridad de nuestra soledad.
Pero era presa de una voluntad superior, y el pequeño hijoputa del Pablo no se arredró. Al revés, embistió con más fuerza. No tuve por más que humillarme ante lo inevitable de su primario deseo: consiguió abrirse camino en mi hueco central y metió el rabo allí, asiéndolo con fuerza y empujando con el deleite del criminal que se sabe en posición absoluta de poder y control sobre su víctima, la baba cayendo tibia y lentamente sobre mi cabeza.
En el éxtasis de mi horror, coronó este pequeño holocausto, este acto absolutamente aborrecible con una intensa corrida que me habría de dejar marca para el resto de la vida. Tantos años vividos, tantas experiencias, tantas personas, ahora habiendo encontrado el amor, por fin... y éste déspota salvaje no se le ocurre otra cosa que segarme la felicidad a base de semen rancio reconcentrado, tiñendo para siempre cada ápice de mi carácter, cada acto futuro, cada relación que establezca a partir de ahora. Debería haberlo asfixiado con sus propios fluidos corporales, pero no tenía ánimo de nada; me sentía manso, liviano, aturdido, como si un mercancías hubiera pasado arrasando por encima de mí y solo esperara el dulce abrazo de la muerte.
Hoy, un nuevo día amanece, y con Pablo-el-violador-de-sofás-porque-nunca-consigue-tirarse-a-una-tía lejos de nuestras vidas, me pregunto si conseguiré superar este horrible bache al que me enfenté anoche y si Sara me seguirá mirando con los mismos ojos de ternura. Espero que sí. Hoy lo veo todo más claro. Encaro un nuevo día, lo pasado, pasado está. Me concentro en las cosas buenas que me esperan. Pero... joder, un acto tan... tan... se lo podría haber ahorrado perfectamente, cuántos traumas no se ahorrarían con una paja a tiempo en el baño, verdad? Intento mirar adelante, pero la sombra del pasado se empeña en engullir cada asomo de felicidad venidera. Caballeros, nunca violen a un sofá.
Autobiografía surrealista de un sofá demodé (capítulo 5)
El Rapsoda de la ignorancia
Jajajjajajaja. Genial! Qué capullo Pablo! Jajajjaja
ResponderEliminarjajaja si que es genial. Yo creo honestamente que con relatos como este tienes madera de escritor. Y yo que pensaba que era celoso...
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