En un recodo de la carretera, algo más allá en el campo y detrás de unos arbustos, divisaron un viejo coche estacionado, y con las luces apagadas se dirigieron hacia el lugar.
Pararon a unos pocos metros y bajaron del coche patrulla. Rodeando sigilosamente el otro auto, y a pesar de la oscuridad del lugar, avistaron un par de figuras en el interior que se movían rítmicamente.
El de mayor rango, un hombre de unos cincuenta años, se sonrió y le dijo a su compañero:
-Vamos a divertirnos un rato, qué te parece?
El otro, de semblante lánguido, ya conocía a su jefe y le devolvió la sonrisa. Estaba más cerca de la puerta trasera, donde se encontraban los jóvenes, y tenía la mano echada sobre su pistola en el cinturón.
-Quién empieza?
-Ve tu primero -le dijo el jefe-. Saca al chico, que nos vamos a entretener.
Entonces el más joven de los dos policías abrió la puerta trasera y encañonó a la pareja adolescente que estaba en pleno coito, dándoles un susto de muerte.
-Quietos! No sabéis que está prohibido utilizar esta zona como picadero?
El chico, que no tendría más de diecinueve años, balbuceaba muerto de miedo con los calzoncillos por la rodilla:
-P-pero...
-Os vais a cagar. Tu, listo, fuera del coche.
Se subió los pantalones lo más aprisa que pudo y obedeció con diligencia al agente. Ya fuera, la chica se colocaba el vestido para salir también del vehículo. El policía se lo impedió:
-Tu, quieta ahí.
Completamente desconcertado y asustado, el joven no lograba entender:
-Eh, eh, pe-pero... qué va a hacer? Eh, qué pasa?
Entonces se dejó ver el policía veterano, al que hasta el momento no había advertido:
-Tu ven conmigo, que te voy a hacer unas pruebas. Y calladito o te meto un puro que te enteras.
El otro agente de la orden y la ley se metió en la parte trasera del coche cerrando la puerta tras de sí con el seguro.
-Eh, eh... qué le va a hacer? Qué hace...?
-Que te he dicho que te calles, coño!- le gritó mientras le arreaba con la culata de su arma reglamentaria en la cabeza- Y que vengas pa'cá.
En los siguientes quince minutos, el joven fue obligado a limpiarle las botas al veterano agente mientras éste le insultaba, vejaba e incluso le pateó una vez, a la par que escuchaba los gritos de su novia a veinte metros dentro del coche, hasta que se oyó un ruido sordo y ya sólo se escuchó la vieja amortiguación del vehículo.
El policía más joven salió al poco del coche y le dijo al otro “ya está; le he tenido que dar, porque no se callaba”, mientras se abrochaba la cremallera.
Entonces el jefe dejó al muchacho con el otro y se dirigió sonriendo y palpándose ostentosamente la entrepierna por encima del pantalón hacia donde acababa de salir su compañero.
Al llegar y abrir la portezuela del coche, con las bragas en los tobillos y un pequeño moratón en la ceja, los ojos de su hija le devolvieron la mirada más aterrada que el viejo policía vería en su vida.
Basado en una notícia
El Rapsoda de la ignorancia
aunque parece el tópico tema de película del sábado tarde no deja de ser menos espeluznante... Muy bien narrado.
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