Una vez, un joven de unos quince años que vivía en una aldea en medio de las montañas se preguntó cual era la naturaleza del poder. Se preguntó qué era aquello que hacía moverse a las personas para alcanzar sus objetivos y sobre todo, cómo podía él mover a los demás, darles aliento y secretamente en su interior, hacer que respondiesen a sus intereses.
Una mañana se fue a ver al alcalde, supuestamente él hombre con más poder del pueblo, y le preguntó:
- ¿Cómo hace para que los aldeanos le hagan caso y por qué lo eligieron a usted?
El alcalde le respondió:
- Me escogieron por qué soy el hijo del anterior alcalde y mi familia es conocedora de leyes y costumbres como ninguna. Con ellas se mantiene el orden y la paz en la aldea, y nuestra gente lo sabe y me respeta.
El joven se fue de allí no demasiado convencido de lo que el alcalde le había dicho, aunque le intrigó aquello del respeto. Al parecer el poder tenía que ver con el conocimiento de las leyes, una especie de conociemiento superior al que a él le habían enseñado en la escuela, pero aun no estaba seguro de que fuera así y se fue a ver al intelectual del pueblo, versado en todo tipo de materias. Y le hizo una pregunta más precisa de acuerdo con lo que quería saber:
- ¿Qué es un líder?
- Un líder es alguien que se hace querer por los demás. Es alguien que destaca y se gana la estima de las personas con las que se encuentra. El líder genera confianza y esperanza, contagia alegría y a través de actos honorables que lo hacen extraordinariamente capaz y valioso es seguido. Lo reconocerás porque su sola presencia es un alivio para los sufrimientos de la gente.
Tras ello, el quinceañero empezó a actuar noblemente y a estudiar sobre las costumbres y las leyes que gobiernan y con los años su reputación fue en aumento, los vecinos lo estimaban y confiaban en él para solucionar sus problemas. Y pronto se dio cuenta de que el conocimiento le daba poder y descubrió por su cuenta que el entusiasmo que ponía en todas sus empresas era contagioso, constructivo y cuando lo quería beneficioso para él mismo. En algunos momentos, incluso se apercibía con miedo de lo que podría hacer si tuviese menos escrúpulos.
Un día llegó a la aldea un grupo de extranjeros y le dijeron al alcalde que pretendían comprar la aldea para construir edificios. Los aldeanos podrían vivir con una reducción del precio original del 20%. El alcalde se ciñó a las leyes, las suyas, las que conocía, y demostró mediante papeles que las tierras eran de sus gentes y no estaban a la venta. El intelectual, que en aquellos momentos asesoraba al alcalde, añadió que en cualquier caso era injusto porque los aldeanos tendrían que comprar nuevas viviendas cuando no tenían necesidad. Los extranjeros arguyeron que era inevitable el cambio y que ocurriría por las buenas o por las malas y luego se fueron pidiéndoles que recapacitaran.
El joven, que ya se había convertido en adulto, escuchó en silencio toda la conversación y más tarde les preguntó con cierto temor al alcalde y al intelectual si no sería bueno llegar a un acuerdo con ellos. Ambos le respondieron que la negociación había terminado y que habían actuado cortés y civilizadamente dejando muy clara su posición. Así pues, a pesar de la inquietud que le había generado el tono amenazante de los extranjeros, confió en sus mentores y no se preocupó más.
Dos semanas más tarde los extranjeros llegaron armados e incendiaron la aldea matando a varias personas. Luego volvieron los negociadores y volvieron a poner sobre la mesa la oferta. El alcalde y el intelectual finalmente cedieron. De esta forma, entendió finalmente que lo que él había aprendido hasta ahora había sido a conseguir autoridad y respeto, pero no poder. La justicia y las leyes las imponen quien domina, quien gana el juego pone las reglas, y solo el resultado del conflicto da ese don. El líder es aquel suficientemente fuerte como para seguir manteniendo su justicia. El poder era la voz de la dominación y la barbarie: capacidad bélica.
Fénix cuentista
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