La amistad es nuestra religión; Nadie, nuestro Dios; y la ignorancia, nuestro templo. Bienvenidos.

domingo, 29 de noviembre de 2009

Primera regla del manual invisible del ligón ocasional

-No te duele...?
-No, no; tranquilo, sigue.
-Muy bien.
A pesar de que estaba agotado, Sandro siguió trabajando a su amigo, que se encontraba bañado en sudor.
-Bueno, pues cuando acabemos esto, tío, tú y yo vamos a salir, nos vamos a pillar una buena fiesta y ya verás como se te olvida lo de aquella tía rápido...- paró porque vio aparecer en la cara de su amigo una sonrisa que a Silvio le hubiese gustado disimular más- Qué?
-Tío... Gol.
Sandro paró un momento y se quedó mirándole directamente a la cara, aún en aquella extraña postura:
-Qué?! Vaya, no jodas! En serio? Joder y... y por qué no me lo has dicho antes, colega?
-Quería acabar esto sin atabalarnos y luego comentártelo tranquilamente. Ufff!!- bufó con gesto de dolor.
-Vas bien? Quieres que lo dejemos?
-No, no, sigue joder; quiero llegar hasta el final.
-Ok. Vaya, vaya... así que vuelve a resurgir Silvio, el terror de las nenas, eh? Pero bueno, cuéntame cómo fue, cacho cabrón!
A pesar del ceño fruncido que marcaba su cara, Silvio esbozó una sonrisa cómplice.
-Nah... no fue nada. Te acuerdas de la cena aquella de la empresa? Bien- siguió explicandóse amen del gesto afirmativo de Sandro-, pues fui... y pasó.
-Qué cerdo! Y por qué no me lo contaste?
-Bueno... el caso es- continuó, haciendo caso omiso de su excitado interlocutor- que fui a la cena abandonando toda esperanza: sabía que la tía pasaba de mí, que no conseguiría nada con ella, así que acudí sin presión, sin pájaras en la cabeza y siendo yo mismo. Al final de la noche, después de alguna copa y de haber colmado el cupo de tonterías seguidas reglamentarias, ella misma se me acercó, y me susurró lo mucho que me deseaba...
Silvio quería continuar hablando, pero se detuvo por la falta de aire. Sandro se había quedado con cara pensativa.
-Mmm... según lo que me dices, la moraleja de toda la historia es...
-Uff.. uff.. Exacto. Uff.. Sé tu mismo y...
-Ser uno mismo y no preocuparse de si lo conseguirás o no lo conseguirás, quitarte la presión.
-Ufff... Exacto! Ya llegas...?
-Sí, ya estamos, un poco más y... Cincuentaa!
-Ahhhh...!!- estalló Silvio
-Buf, me has hecho sudar hasta a mí, tío- le dijo Sandro-. Cómo ha ido?
-Bien, bien; cansado.
-Quieres repetir? Ahora lo podemos hacer más suavito.
-Nah... mejor nos ponemos al revés y te hago yo a ti.
-Perfecto- contestó, mientras se cambiaban de posición y Sandro se ponía donde estaba Silvio hacía un instante.
-Bueno- comentó, mientras se posicionaba y se preparaba para sudar ahora él-, pero entonces dime, qué haces aquí conmigo, capullo, pudiendo estar con esa chica...?
-Me quiero preparar.
-Mmm... ya te entiendo.
-Listo? Venga, vamos!- le animaba Silvio, mientras sujetaba las piernas de su amigo, ayudándole a fijar la posición, y le añadía peso a la máquina del gimnasio, con la toalla empapada alrededor del cuello, y algunos cachas curiosos que intentaban captar la dinámica de la conversación de los amigos como mayor entretenimiento durante su ejercicio.


Después de dos agotadoras horas en que los amigos empezaron a conocer por vez primera las instalaciones del gimnasio al que se habían apuntado año y medio atrás, se alejaron de la sala de máquinas con la sensación de haber sido arrollados por un mercancías, o haber echado un polvo con la Terremoto de Alcorcón: no sentían uno solo de sus músculos.
-Joder... esto de la vida sana le destroza a uno la salud- se quejaba Sandro.
Cualquiera hubiera atribuido el silencio de su compañero al punzante cansancio, pero Sandro, que conocía a los tíos como si no fuese de su propio género, supo clasificar la mirada perdida y taciturna de Silvio, y lo que se les venía encima a ambos:
-Está bien... hemos hecho de puta madre la primera etapa; pero ahora, te has enamorado, verdad...?

El Rapsoda de la ignorancia

1 comentario:

  1. jejeje este Sandro tendría que aprender de uno que yo me sé. Divertido, divertido

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