-Ese tío es gilipollas...
-Qué? Quién?
-Ése; el que acaba de pasar- le dijo Sandro a su amigo.
-Por qué?- preguntaba desinteresadamente Silvio.
-Mira a tu alrededor: estamos en una terraza rodeados de tías en todas las mesas...
-Es verdad.
-...y el gilipollas éste cuando ha pasado con la bici ni se ha fijado en ellas; le interesaba más picarse conmigo mirándome a los ojos. Eso es de gilipollas.
-Sí... supongo que sí.
-Tío, qué te pasa? Sí o no?
-Que sí, joder, que es de gilipollas- pero Silvio no miraba a su colega, tenía una cierta pose de preocupación, tan antinatural en él, que inquietaba a Sandro.
Después de un momento de silencio en el que los dos simularon interesarse por los transeúntes que desfilaban ante sus mokka chino y batido de frutas del bosque con aroma a arándanos del valle-Inclán, Sandro rompió la quietud:
-Al final, con aquella tía...
-No. Nada de nada. Nahh...
-Nooo jodas, tío! Pero si...
-Ya, ya lo sé joder; pero nada, al final nada.
-Joder, colega, me sabe mal.
-Nah, déjalo.
A Sandro no se le ocurrió nada inteligente que decir en aquel momento, así que antes de soltar una tontería o, peor, un cliché, se quedó callado, inaugurando el segundo capítulo de los silencios incómodos de aquella tarde. Pero éste duró menos, ya que finalmente Silvio reventó:
-Es que joder, tío: no hay derecho! Las tías son todas una ingenuas, hostia. No se dan cuenta, no se quieren dar cuenta- hablaba atropelladamente, captando la atención de Sandro-, un mes hablando con ella hasta las tantas de la noche por internet, un mes! Que si "eres un tío que me comprende", que si "tú eres diferente a los demás, que si "todos los tíos deberían ser como tú"... Y una mierda! Para que anoche me diga que una vez ya le pasó lo mismo con otro chaval en el chat "no, es que hablábamos cada noche hasta tarde, pero el tío se pensó algo más... ja, ja, pobrecillo! Te imaginas?"... Pero será... será calientapollas, la tía! Joder, no hay derecho.
-Va tío, tampoco...- intentaba calmarlo su amigo.
-No, no. Es que son imbéciles, en serio, ciegas. Ciegas! No se quieren dar cuenta que los tíos somos todos, TODOS unos lobos, buitres, tiburones, hienas o cualquier otro depredador peligroso que se te ocurra al acecho, a la espera del momento idóneo para atacar a la presa. No existe la amistad entre hombres y mujeres, no existen las ayudas desinteresadas o los buenos samaritanos: no! Cuando un tío ayuda a una tía, está por una tía, ya puede tener novia, estar casado, ser gay o no tener rabo, se la quiere follar, da igual!: se la quiere follar. Y eso siempre está ahí, SIEMPRE. Deberían saberlo, joder. Pues no, siguen empeñadas en que somos unos tíos maravillosos. Ah, a la mierda...!
Ante tal apuesta de sinceridad, Sandro no tuvo por más que quedarse callado de nuevo aunque, de no ser porque en aquel preciso momento Silvio SÍ se lo podría haber tomado como una evidente declaración gay, le habría dado un abrazo enorme por toda la razón que había en sus palabras.
-Totalmente de acuerdo, tío... Tío! Silvio, qué te pasa?- Sandro se había detenido al ver brillar los ojos verdes como esmeraldas de su colega, a punto de echar a llorar.
Silvio no contestó.
-Eh, eh, eh. Eh, tío, no te lo tomes así, va... Eh, no pasa nada, va joder. No te preocupes. Mira, sólo es una tía más y...- trataba de consolarlo.
-Que no es eso, joder- Silvio enterró su cara entre las manos y se dio finalmente al llanto como una presa libera el caudal.
-No? Va tío, no te pongas así- Sandro acercó su silla a la de su amigo e intentó enjugarle las lágrimas con servilletas de papel de la mesa, tarea totalmente inabarcable, dada la potencial inutilidad de dichas servilletas para secar absolutamente nada-. Entonces qué es?
-Joder...- se explicaba Silvio entre sollozos, aceptando las servilletas, que ya se amontaban en su regazo-. Es que, mira. Mira a tu alrededor- Sandro así lo hizo pero no distinguió nada extraordinario-. No, no digo ahora... Bueno, ahora también. Pero digo a tu alrededor: en el mundo- siguió explicando ante la mirada cada vez más desconcertada de su colega-. Mujeres. Mujeres por todos lados. Mujeres del país, mujeres asíaticas, sudamericanas, hindúes, europeas, australianas y americanas. Incluso mujeres esquimales. Mujeres por todos lados. Mujeres en la fila para comprar el pan, esperando el autobús, dando clase, amigas de mi madre, haciendo la ESO, empresarias y sacando al perro. Mujeres por todas partes. Y me gustan todas!
Narraba a Sandro sus pensamientos como la pérdida de un ser querido. Ésa era su desgracia.
-Me gustan todas, tío. Les quiero hacer el amor a todas. Me gustaría poder ir por la calle, cruzarme con una y decirle "Ei, vayamos a hacer el amor". Por qué no? Si yo me he portado de puta madre con ellas: nunca le he dicho que no a ninguna. Debería ser así. Debería ser así... Por qué si no? Para qué existen las mujeres, por qué estan ahí, por qué son tan bellas?!? No lo entiendo tío...- rompió a llorar de nuevo.
Al fin Sandro comprendía; y se daba cuenta de la gran magnitud de las palabras de su colega.
-Yo tampoco, tío, yo tampoco...
Desde aquel momento, Sandro supo que Silvio y él serían amigos para siempre.
El Rapsoda de la ignorancia
me encanta tío, muy bueno
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