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martes, 24 de noviembre de 2009

Y de la nada salió

     En esa espera de saber qué decir, qué escribir o qué narrar, se halla un hombre con mucha tecla, con ganas de explicar, con pluma en mano, nueva, reluciente como el Sol del ocaso. Delante suyo, un manojo de caros papeles venidos desde el rincón más lejano de lo que alguna vez fue Egipto. Nada le incomoda, todo está a su entera disposición: la distribución de los muebles; la orientación del escritorio; el escrupuloso orden de los objetos; la tinta negra esperando ser succionada; la pluma, afiladísima; el culo bien cómodo en una gran silla con reposa-espaldas. Todo es perfecto para que el que de más letras sepa comience a redactar. Pero algo no va bien. Algo no encaja en esta escena. El escritor no mueve su mano, no articula su muñeca, la pluma y el papel no se han unido en una desenfrenable catarsis para acabar haciendo el amor durante horas. No hay tinta en ese papel. ¿Qué ocurre? El escritor está paralizado. Observa con total atención ese pedazo de papel extraído de las más exóticas plantas. Quizá se sienta atraído por ese color claro que lo caracteriza, o quizá esté estudiando los filamentos que de los bordes sobresalen. Su cuerpo está rígido, está apretado. Es raro... ¿Qué le prohíbe escribir? Seguro que no sabe de qué escribir. Lo más seguro es que se hayan desvanecido sus ideas. Y no sólo ellas, sino las ganas de darles existencia. ¿Qué te ha pasado, pequeño y joven escritor? ¿Tienes miedo? ¿Ya? ¿Tan pronto? ¿Tienen miedo los ratones que, a sabiendas de que se exponen a ser devorados por lechuzas, salen a la luz de la luna en busca de un bocado para alimentar a sus crías? ¿Es que tiene miedo ese cirujano que, sabiendo que puede equivocarse en el proceso de implantación de un corazón nuevo, se rinde y deja que aquella persona muera? ¿Es que acaso tuviste miedo, joven escritor, cuando caíste por vez primera de tu bicicleta y volviste a subir para pedalear como un loco, sabiendo que podrías caer? No seas modesto, joven escritor, pues es sabido que de los miedos sólo se hace pánico y terror, y de éstos, la desesperación. Sube bien arriba, amigo, observa el mundo con aplomo, contempla lo que eres, y no dejes creer que lo que ves hoy, sea una realidad, pues de niños, los fantasmas eran las sábanas con las que nos tapábamos de los propios fantasmas.
     Y así, el escritor empezó a escribir, dejando, a quien quisiera, las letras que ahora vosotros acabáis de leer.

El Kappa

1 comentario:

  1. un gran ejercicio. Escribir sobre porque no poder escribir con gran maestría. Me has animado! Por cierto yo no soy pedro, soy ese miserable

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