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martes, 21 de septiembre de 2010

Drive experience

800 km. Esos son más o menos los que he recorrido en soledad este fin de semana. El jueves por la noche fui a casa de un amigo a pedirle varios cds de música (rock, ska, heavy, punk, reggae, etc.) y esas fueron las únicas voces y sonidos que me acompañaron durante todo el viaje: emocionante acicate para mi exacerbada sensación de libertad expresada en un acelerador que explotaba al máximo, el domingo a las 18:00, 167 caballos de motor a más de 200 km/h. La música envolvía poéticamente el clímax de mi experiencia acelerando enérgicamente las revoluciones de mi ser que se fusionaban con la misma mecánica de la máquina.

Una carretera interminable donde recorrer con lluvia, viento, sol y sombra la eternidad y en mi interior la constante emoción de estar superando un límite humano mediante una extensión propia de mi cuerpo: el coche. Si para los samuráis la espada es una extensión de su brazo en aquellos momentos yo debí sentirme como un transformer, en un plano de existencia superior, colocado de adrenalina, elevado por encima de la mundanidad. El bello de todo el cuerpo se me ponía de punta sintiendo un estremecimiento en el espinazo que recorría todos mis nervíos hasta la saturación. Libertad sería la forma sencilla de expresarlo pero resultaba tan embriagadora la potencia que llega a experimentar mi cuerpo con tan solo coger con el dedor pulgar y el índice un aro de piel de unos quince centímetros de diámetro que la palabra resulta simplemente insuficiente. En esos momentos te dices : "El mundo es mío" y sin notarlo tu pie responde a tu ego desatado, sintiendo como si tu propia alma fuese a arrastrar tu cuerpo liviano para echarse a volar sin dificultad. Tan peligrosa como catárquica, la experiencia de conducir me transmitía un control y satisfacción absolutos sobre mi vida en aquellos momentos y me otorgaba la seguridad no cuestionada, la independencia realizada en el tránsito entre dos puntos tan lejanos, en el propio movimiento desbocado donde todo gira confusa e indescerniblemente, los pensamientos y las ideas no tenían tiempo de alcanzarme.

Fénix motorizado

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