"No dejaremos nunca de explorar. Y al final de nuestra exploración volveremos al punto de partida y lo veremos como si fuera la primera vez" (T. S. Elliot)
El camino más corto al cielo es atravesando el infierno...
Mis pasos me llevan por mil senderos conocidos donde los rostros ahora son familiares. En los viajes lejanos la mayor extrañeza se vuelve un misterio emocionante y ante el silencio uno se siente a respirar y observar. Todos fueron amigos y enemigos alguna vez, pero no todos perduraron. Una sonrisa agradecida, un favor desinteresado, un saludo inesperado, una caricia regalada y hasta un beso fugaz. Y también los comentarios frívolos, las palabras malinterpretadas, las mentiras piadosas y a caso las que engañan al mentiroso, los mensajes y llamadas sin responder, la géilida indiferencia de una espalda que se gira y de una mirada que se desvía y que crees que nunca enfoca hacia ti. Y en un instante todo pasa y el corazón deseoso se desorienta y se reencuentra con la fantasía mil veces. Pero ahora ya no importa, porque ahora juega divertido en un caos casi controlado, y por ello es divertido, buscando la oportunidad por el simple divertimento de provocar. Y se descubre libre y solo en cada rebelión donde tan solo busca crear y reforzar nuevos vínculos entre la multitud.
Nadie es igual y todos se parecen un poco. Tras la muerte todos son nuevos y misteriosos y los viejos y nuevos miedos se debilitan cuando recuerdas el más lacerante dolor en tus infiernos. Y en cada rutina el audaz sabe encontrar aventura y novedad, sentido rebrotado en el mismo escenario, pues despierta el azar y todo puede entonces cambiar. Y los pasos que te crucen con encuentros y desencuentros frenéticamente sacudirán de experiencias tu guerrillero espíritu suplicando a menudo un refugio invernal con un buen fuego y bebida ardiente donde poder dormir cálidamente.
Y, finalmente, será entonces cuando verás por primera vez y también de nuevo a aquellos que siempre estuvieron allí, los perennes que se habían desdibujado en tus pensamientos, y maldiciéndote con una sonrisa de anciano y algunas arrugas en la frente agradecerás su presencia como nunca lo hiciste. Llamarás a esas personas tu hogar, un lugar al que siempre podrás regresar, y reforzado por esa seguridad ningún golpe te derribará del todo porque es en el hogar donde el fénix renace infinitas veces.
Fénix naciente
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