La amistad es nuestra religión; Nadie, nuestro Dios; y la ignorancia, nuestro templo. Bienvenidos.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Suceso vespertino



Anteayer lunes, sobre las 20 horas 23 minutos y catorce segundos, me sobrevino en mi cuerpo una reacción colérica tan solo explicable por la aparición de dos verdaderos cretinos. Yo estaba tan tranquilo en mi casa merendando galletas y viendo "Me llamo Earl", serie fetiche del Rapsoda de la ignorancia, cuando llamaron sorpresivamente a la puerta dos Testigos de Jehová y me obligaron a ponerme unos pantalones y una camiseta interrumpiendo, de esta forma, mi apacible y vacua tarde de lunes. Llegados a este punto, si se me permite una disgresión antes de comenzar a narrar mi relato, no he dejado de preguntarme desde que tuve noticias de ellos, el porqué esta gente va vestida de ejecutivo o director de finanzas que parece que te quiera vender una parte de su multinacional. No se cuanto deben de costar sus trajes pero la humildad no es un mensaje que transmitan demasiado sus  ropajes. Tampoco digo yo que tengan que ir de mercadillo pero creo que no les vendría mal un asesor de imagen. Si lo hacen para parecer de fiar a mi al menos me resultan carnavalescos. Quizás escondan todo tipo de protecciones para evitar sangrados masivos y así evitar pringarla en caso de accidente. ¿No será éste el prototipo del antivampiro? Conmigo no les sirvió.

En fin, en cualquier caso, de haberlos visto antes, efectivamente, habría hecho caso omiso de sus cojoneros timbrazos, pero casualmente esperaba otra visita que dicho sea de paso nunca tuvo lugar. La rapidez con la que tuve que habituallarme me generó un estrés que bien pudo desencadenar la catastrofía que tan solo unos minutos más tarde estuvo a punto de desarrollarse en el tranquilo vecindario de la Concordia, como bien justamente indica su nombre.

No achaco su llegada a una fuerza kármica, divinal o en cualquier caso trascendente, pero ya en ese momento empecé a notar unos latidos sobresalientes en mis sienes como si una fuerza interior, natural y salvaje, se despertase. Los enviados de Dios debieron notarlo porque en cuanto abrí la puerta dieron un paso atrás amilanándose en plan satanás vade retro. Pudo deberse también al sinfín de cuernos que debían moldear mi pelo y a la sobredosis de rayos ultravioleta que he absorbido durante el periodo estival. En cualquier caso, fuera movido por una fuerza diabólica o por la intimidación propia de un vecino muy cabreado me dispuse en un principio a sacármelos de encima con poca cortesía mal disimulada. Pero mi reacción fue la de alguien que pensó que bien merecía la pena escuchar sus falacias un rato y divertirme desmontándolas ya que me había molestado en ponerme los pantalones. Craso error, porque lo que en otro momento podría haber resultado entretenido en aquellas circunstancias derivó en una falta de paciencia con consecuencias funestas.

Y es que cuando comenzaron a hablarme del plan apocalíptico (revelador, destructor y redentor) de Jehová, de su existencia demiúrgica en tanto "Diseñador de lo que es" como una mano necesaria en la historia de la vida para ordenar la materia oscura y caótica del universo (lo cual demostraba la complejidad del mundo y la programación innata de todos los seres vivos para existir en el planeta) mis palabras comenzaron a atrofiarse en mi boca borboteando cansancio e ira, mis músculos crecieron y crecieron desencajando el marco de la puerta y silenciando los incesantes ladridos de mi inteligente perro que no había dejado de advertirme de la presencia de dos energúmenos soplagaitas en la puerta. Y así continuó mi cabreo en proporción a mi tamaño hasta alcanzar una masa cuyo punto crítico tuvo lugar instantes después de escuchar la frase: "creo que deberías leer más y ser más crítico". Efectivamente, como reflexioné tardíamente, se refería a leer textos sagrados, pero los men in black no se rendían con facilidad hasta que la onda expansiva de mi tono de voz y el puñetazo que di sobre la puerta de mi casa hicieron volar todos sus planfletos de "wonderful world in the heaven" y fueron desintegrados y reducidos a motas de polvo por la potencia de mi rugido.

Al parecer un vecino oportunista consiguió grabarme y cortésmente me ha cedido el vídeo para poder ilustraros mejor estos acontecimientos. Las imágenes del lunes corresponden a los últimos segundos del vídeo...

Fénix irascible

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