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lunes, 14 de septiembre de 2009

Reflexiones de un ex-enamorado

Hoy, después de más de un año, he visto al que fue el amor por el que soplaba los vientos. El primer reencuentro ha sido una extraña versión de "Cuento de Navidad" de Dickens, donde tres "yos" han hecho acto de presencia a medida que pasaba el rato.

Mi "yo" del pasado ha abierto conversación. He notado como esa alegría al estar en el portal de su casa y esperar verla mirar por el balcón a la espera de una sonrisa suya y, acto seguido, el abrir de la puerta. He sentido como una vivez que parecía perdida por el inmenso océano de emociones, y que con sólo su sonrisa hubiese sido salvada como si de un náufrago se tratara. He vuelto a sentir un color dentro del cuerpo. Ese fresco calor del despertar, de la improvisada inmediatez del enamorado que circula por todas las ventanas abiertas del cuerpo. Parte de mí ha vuelto a vivir. Ha vuelto a sentir esa compañía de alma que tanto ansía el ser humano; ese reconocimiento hacia algo conocido.

Mientras el "yo" del presente entraba en escena vestido con sus harapos viejos y grises, el del pasado sólo quedaba en un segundo plano, conservando su protagonismo, hecho que ha contrarrestado que la característica apática del segundo se minimizara en cuanto intentaba obtener el papel principal. Realmente ha sido como una lucha entre bien y mal; como un padre e hijo en el que el ascendiente educa al otro diciéndole que se calle cuando no debe hablar. La suerte ha sido que el padre ha estado bastante pendiente de que ese hijo deprimido no abriera boca durante todo el tiempo.

Por tercero, el "yo" del futuro (más bien del futuro inmediato, puesto que siento una fuerte transición positiva entre varios "yos") ha tomado el relevo y sólo se ha mostrado tal y como es. Mostrándose ante ese amor que tuvo su estado anterior y diciéndole que la mano siempre la tendrá tendida, que esa oreja siempre estará escuchando.

Es curioso el amor: hace que el corazón quiera sufrir para ser feliz.

Y como ex-enamorado, hoy digo que mi corazón,
a sabiendas del dolor, le apetece pegarse un chute de amor.

2 comentarios:

  1. me ha gustado mucho eso de que el corazon quiera sufrir para ser feliz. Eso es lo que a mi me gusta llamar la persecución infinita del ser, la autorealización eternamente insatisfecha...

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